David GOTXIKOA

RENOVARSE O MORIR

El Festival de Jazz de Gasteiz afronta su reválida más importante en un año de transición: gospel, pop, soul, disco y funk aderezan una oferta que prioriza recuperar el favor del público a través de la faceta más lúdica de la música afroamericana.

El Festival de Jazz de Gasteiz afronta en su 42ª edición un desafío fundamental: recuperar el público que ha ido perdiendo durante la última década y, especialmente, a la audiencia más joven. Para ello sus promotores han priorizado el aspecto más lúdico y asequible de la música, apoyándose en un criterio ecléctico y alejado de la ortodoxia: gospel, pop, soul, disco y funk son los ingredientes del guiso principal, donde el jazz es solo una pequeña parte.

Este cambio de estrategia puede ser insuficiente para atraer el interés de una generación que apenas compra discos ni tiene dónde reproducirlos; su equipo de música principal es su smartphone, y prefiere oir canciones sueltas en YouTube o listas variadas de Spotify antes que sentarse a escuchar un disco completo. No hablamos de personas que carecen de buen gusto e ideas propias, simplemente están creciendo bajo una experiencia de usuario distinta a la que muchos hemos conocido. Obviamente este esbozo es una generalización inexacta, pero sirve para preguntarnos si contratar a Kool & The Gang ha podido ser un acierto, un disparo a la luna o un ejercicio de nostalgia kitsch.

Conocer a nuestros clientes potenciales es de gran ayuda si deseamos complacerlos a todos. Una aspiración tan difícil como necesaria, gestionada con eficacia por Iñaki Añua durante cuatro décadas. El que fuera director del ciclo acaba de anunciar su decisión de abandonar el festival tras la edición que da comienzo hoy, acrecentando así la incertidumbre sobre el futuro de un proyecto de gran prestigio.

Asumido este escenario –y a falta de verdaderas estrellas con pedigrí, cada vez más escasas– sorprende menos la apuesta por marcas populares como las de Carla Bruni o Earth, Wind & Fire. Todo parece justificado para asegurar una buena taquilla, incluso el desaire a quienes esperan y demandan jazz de altos vuelos. Pocos de esos aficionados han acogido con satisfacción el anuncio de los cabezas de cartel, y no faltan quienes ven frivolidad en la contratación de la Bruni –antes celebrity que artista y en ningún caso cantante de jazz– para una jornada que completará la Mingus Big Band. Un doble programa cuando menos extraño, y no será el único. Parece más fácil conquistar a los melómanos con calidad libre de etiquetas que pedirles disculpas por echar mano de otros estilos, pero no hay duda de que la expectación y la respuesta están aseguradas.

La tradicional Noche Gospel es otra apuesta que garantiza una velada agradable en medio de un ambiente familiar y distendido. Protagonizada en esta ocasión por Leanne Faine & Favor, no invita sino a esperar más de lo mismo; participación del público menos habitual de Mendizorrotza, entregado a una serie de clásicos y clichés interpretados con tanto oficio como afectación.

La parte más jugosa del programa principal tiene en común su vocación bailable y sincopada, tanto que a esta edición bien podríamos bautizarla jocosamente “2018: Una Odisea Funk”. Kool & The Gang y Al McKay’s Earth, Wind & Fire Experience son hoy franquicias explotadas por unos pocos miembros originales –la mayoría ya han fallecido– que exprimen muy competentemente su legado para ofrecer un producto paródico y efectista, a medio camino entre un espectáculo de Las Vegas y una banda-tributo. Por supuesto, aquellos que deseen bailar y dar palmas con los hits archiconocidos volverán a casa sobradamente recompensados. Prometido.

Con un pie en el funk y el otro en el groove que no entiende de fronteras, el colectivo Brooklyn Funk Essentials son una elección idónea para completar el cartel del sábado, y habrían encajado a la perfección en cualquiera de las tres ediciones de aquella fallida Noche Electrónica que impulsó este mismo festival. Pero la propuesta más interesante del “lote bailongo” la compone Cory Henry, un músico que a pesar de su juventud ha tenido tiempo de curtirse acompañando a The Roots, Kenny Garrett, Snarky Puppy e incluso a Bruce Springsteen. El alma de su Hammond B3 hunde sus raíces en el góspel y el soul clásico, aunque en su última grabación con The Funk Apostles Henry ofrece un discurso más contemporáneo y personal, que gana efectividad y frescura en su puesta en escena.

Si han leído hasta aquí y comienzan a preguntarse por el jazz, pueden respirar aliviados. John Scofield, John Medeski, Scott Colley y Jack DeJohnette vendrán a socorrer a los más exquisitos con el proyecto “Hudson”. Aunque el culpable de esta aventura es el baterista y es un placer oírle en un contexto distinto al trío de Keith Jarrett, si gustan del imaginario escofiliano están de enhorabuena. El liderazgo del guitarrista da sentido y dirección a esta reunión aparentemente distendida que, sin embargo, depara momentos soberbios. Si a todo esto le sumamos composiciones de Dylan, Hendrix y Joni Mitchell el proyecto se vende solo, ¿no les parece?

Puede que Perico Sambeat no goce de tanto renombre como los músicos que acabamos de mencionar, pero es uno de los artífices fundamentales de lo que podría denominarse “Jazz con Ñ”, y su carrera merece todo el reconocimiento. Asombra que nunca haya visitado este festival liderando su propio proyecto, por eso hay que felicitarse de que Iker Sánchez –dirección– y Miguel Blanco –arreglos– hayan pensado en su cuarteto para llevar a escena “Conversaciones” junto a la Gasteizko Ganbara Orkestra. Un ambicioso proyecto sinfónico que reúne en el mismo contexto a Wayne Shorter, Satie y Maurice Ravel, y deja que el jazz se nutra con ritmos flamencos y latinos para liberar todo su potencial de ensoñación.

El oasis del Teatro Principal

El Teatro Principal seguirá siendo el oasis de los zaheridos. Allí nunca escasean el riesgo o la innovación, y el público corresponde cada tarde con la actitud más adecuada y receptiva posible. Es una apuesta segura a la que solo cabe poner un pero: sigue echándose en falta una apuesta más clara por los músicos peninsulares. Mientras esperamos a que eso ocurra, este año vamos a poder disfrutar de una variada y apetecible selección de Jazz del Siglo XXI: El sabor local de la cita obligada con el trío de David Cid junto al saxofonista tenor Joel Frahm en Konexioa. Las sutiles notas de folclore chileno de Camila Meza (¿se imaginan a una Esperanza Spalding guitarrista?), el jazz meditativo y europeo que facturan Bridges y Seamus Blake, la estética radicalmente urbana del excepcional trompetista Avishai Cohen –al que conviene no confundir con el contrabajista del mismo nombre– y el cuarteto de Fred Nardin Trio y Fabrizio Bosso.

Tampoco debemos olvidar la estimable iniciativa de algunos hosteleros comprometidos con la música en directo: ellos son los verdaderos culpables de que durante esta semana el centro de Gasteiz respire jazz a borbotones. Hablamos, cómo no, del Café Dublín (Plaza de la Virgen Blanca), pionero entre los pioneros y cuyo Minijazz cumple dos décadas de éxitos y ambiente envidiable. Y del Dazz, un local emplazado en la Cuchi y gestionado con excelente criterio. Visítenlo a partir de las 19.00 para disfrutar con la música de Jon Robles e Íñigo Ruiz de Gordejuela, Rubén Salvador, Raúl Romo o el fantástico cuarteto que lideran Juan Sebastián y Luis Verde.

Para saber si los programadores han dado con la tecla apropiada habrá que esperar unos días. Tal vez todos estos momentos «se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia», o quizás se conviertan en recuerdos perdurables. Porque, y esto ya lo hemos dicho otras veces, es en definitiva de lo se que trata: de construir a través de la música algo que valga la pena conservar en nuestra memoria sentimental. Que así sea.