Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Ant-Man y la Avispa»

Diminuto pero efectivo

La principal virtud de “Ant-Man y la Avispa” radica en su honestidad. Desde sus primeras secuencias queda patente que jamás reniega de su condición de divertimento de Serie B elaborado para el público infantil. Teniendo presente esta saludable intención, el cineasta Peyton Reed se ha sacado de la chistera un divertido y dinámico espectáculo que retoma el legado de las slapstick gracias a los constantes y abracadabrantes cambios de tamaño que ejecuta la pareja protagonista, lo cual se traduce en un festival circense poblado de secuencias tan vibrantes como surrealistas y que parecen haber sido diseñadas por los dibujantes de los “Looney Tunes”.

Mucho más entretenida que la primera entrega, las peripecias cuánticas que comparten Paul Rudd y Evangeline Lilly incluye momentos tan logrados como la incursión en el colegio.

Dejando a un lado los mensajes y diálogos metafísicos, que hubiesen servido como un guiño muy oportuno a la referencial “El increible hombre menguante”, lo que Marvel ha logrado es dar de lleno en la diana del éxito gracias a un formato menor pero que cuenta con los mimbres suficiente como para sacar unos suculentos dividendos veraniegos a base de un encandenado de secuencias de acción que a ratos resultan hilarantes.

Frenética, gamberra y con ligeros toques de sentimentalismo, el filme no chirría en ninguna de sus facetas gracias a que Reed saca provecho de unos personajes alejados de la ampulosidad dramática y sabe colocarlos en su hábitat natural, un universo de viñetas animado en el que todo vale.

Otro factor a tener en cuenta es la excelente química de la pareja protagonista –sobre todo un Paul Rudd que saca a relucir su vena más cómica– y el empaque que aportan dos veteranos como Michael Douglas y Michelle Pfeiffer, los cuales asumen el aspecto más dramático del argumento dentro de un viaje minúsculo y alucinante.