Mikel CHAMIZO
QUINCENA MUSICAL

Alexandre Tharaud y el piano francés como genealogía

Alexandre Tharaud tiene una clara visión histórica de la música francesa. «En mis inicios estuve trabajando mucho sobre autores franceses como Satie, Ravel y algunos otros», confesaba en una entrevista en 2011. «Fue entonces cuando quise volver a los antecesores de esa música [...] Rameau y Couperin son verdaderamente los “bisabuelos” de toda esa generación de compositores, y descubrirlo […] ayuda mucho a entender mejor la música francesa del siglo XX».

El recital que Tharaud ofreció en el marco de la Quincena fue casi una puesta en práctica de estas ideas, pues comenzó con Couperin y pasó luego a Debussy, Chabrier y Satie, iluminando de forma clarividente sus interrelaciones.

Las piezas para clave de Couperin, más que una transcripción, fueron una recreación de cómo Couperin las hubiera escrito si hubiese tenido un piano y una herramienta tan poderosa como el pedal de resonancia. El uso del pedal fue fundamental en la siguiente obra, el “Preludio a la siesta de un fauno” de Debussy, en un arreglo propio con el que Tharaud realmente logró evocar los colores tímbricos de esta obra orquestal.

En las “Piezas pintorescas” de Chabrier identificó similitudes entre las ornamentaciones de estas y las de Couperin, y con Satie, por último, mostró en su forma extrema la tendencia a la repetición ya latente en Chabrier. Como recorrido pedagógico fue brillante, pero es que además Tharaud es un maestro de la transición, en transformar mágicamente un paisaje musical en otro diferente, un concepto fundamental en muchos autores franceses. Quizá por eso, la sonata de Beethoven con la que quiso terminar el recital pareció fragmentada y algo desorientada.