Mikel Zubimendi
EL SUEñO SOCIALISTA AMERICANO COGE FORMA

Sanders y Ocasio-Cortez, el dúo presidencial entra en campaña

Las dos figuras más populares de la izquierda de EEUU han aunado recientemente esfuerzos en Kansas, un territorio hostil para los demócratas, en lo que se ha considerado como un ensayo para las primarias y un hipotético «ticket» electoral que eventualmente se enfrentaría a Trump y a sus políticas.

El senador por Vermont Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, célebre tras haber ganado rompiendo todas las quinielas la candidatura demócrata por el distrito 14 de Nueva York, que engloba al barrio pobre del Bronx y al rico de Queens, han entrado con fuerza en campaña. Dos de las figuras más luminosas de la izquierda de EEUU han juntado esfuerzos en uno de los bastiones de los republicanos. Un judío de 76 años y una latina de 28, un dirigente ya consagrado y muy popular junto con una estrella emergente, la candidata del momento, en lo que es un ensayo de cara a las próximas primarias. Lo hicieron en un territorio, en teoría, inhóspito para los demócratas, y qué decir para los que se declaran abiertamente socialistas.

Donald Trump ganó en Kansas por 20 puntos porcentuales de diferencia en 2016. Es un estado de color marcadamente rojo (color que se atribuye a los republicanos, en contraposición al azul de los demócratas), el feudo de la familia multimillonaria de los Koch, que va a gastarse docenas de millones de dólares para que candidatos que representan a los ricos y poderosos salgan elegidos. Sin duda, derrotar a los hermanos Koch sería una victoria muy simbólica. Demostraría que una política nítidamente de izquierdas puede ayudar a los demócratas a ganar tanto en la «jungla» del Bronx como en los campos dorados de trigo de Kansas; que las posiciones progresistas más desacomplejadas no solo están abonadas a los enclaves demócratas como Hollywood o Nueva York.

Una irrupción en campaña con fuerza, que hace quince días se trasladó a Detroit, Michigan, donde Alexandria Ocasio-Cortez acompañó al candidato Abdul El-Sayed, al que también Sanders ha mostrado su apoyo. Ambos rezan el mismo evangelio, con la necesidad de demostrar una idea fuerza.

En concreto, que un movimiento para la clase obrera americana honesto, de base, libre de la influencia de los lobbistas puede funcionar en cualquier lugar. Hasta la irrupción de esas dos referencias en la política de EEUU, la guía para ganar elecciones había sido durante décadas bastante clara: recauda tanto dinero como humanamente puedas, de cualquiera que te lo dé, preferiblemente cobrado en cheques lo más grande posibles. Luego gástatelo en anuncios televisivos con mensajes dirigidos a grupos de votantes concretos o a destruir la reputación de tus adversarios.

Sanders dio la vuelta a esta lógica en su sorprendente campaña en las primarias de 2016 que le enfrentaron a Hillary Clinton: apostó por construir un movimiento, financiado mediante pequeñas donaciones de una media de 20 dólares, rechazando el dinero de las grandes corporaciones, y haciendo campaña con un programa de izquierda desacomplejado y directo. La victoria de Ocasio-Cortez ha confirmado que aquello no fue una chiripa.

Cierto es que la derrota de Sanders frente a la maquinaria sin piedad que aupó a Hillary Clinton en las primarias demócratas dejó un vacío, un sentimiento de orfandad que estaba costando superar. Sin embargo, la victoria de Ocasio-Cortez fue un signo de que se estaba ante un cambio de guardia. Fue recibida con una mezcla de admiración y escepticismo en el Partido Demócrata. Para unos representa el «futuro del Partido», para otros no simboliza su centralidad, ni siquiera una tendencia acentuada en su seno. Pero lo cierto es que ha traído un nuevo aire.

Alexandria Ocasio-Cortez representa algo nuevo, de un sabor fresco en el panorama político de EEUU: una milenial latina con un programa marcadamente progresista, muy a la izquierda de la posición oficial del Partido Demócrata, hasta el punto de hacerlo parecer un hombre de paja incapaz de resistir la marea socialista que simboliza. Y que en caso de ganar las elecciones de noviembre, algo totalmente plausible dada la gran implantación y ventaja que siempre han tenido los demócratas en el distrito 14 de Nueva York, se convertiría en la mujer más joven jamás elegida para un Congreso de EEUU que en un 80% es masculino.

Representa a una recién llegada y muy bien preparada, dotada de un gran talento natural, que presenta sus ideas con seguridad, dando a entender que no todos los demócratas son lo mismo. Golpeando un ángulo de ataque que la ortodoxia del partido había descuidado: no basta con luchar contra Trump. Primero hay que hacerlo contra los temas que lo han aupado.

Es la estrella del momento con una remarcable capacidad de inspirar. Ofrece algo por lo que merezca la pena votar, sabiendo siempre que mientras haya clase trabajadora en EEUU que crea en un futuro próspero y justo, seguirá habiendo esperanza, sin importar lo republicano que sea el distrito o el estado.

Alguien que habla de la ocupación de Palestina por parte de Israel, y que califica en su programa político su política exterior como una «Economía de la Paz», un concepto popular del movimiento pacifista. Que explicita las conexiones financieras de la guerra y denuncia los gastos militares. Para Ocasio-Cortez, la guerra, más que proteger, pone en peligro: erosiona derechos, militariza la sociedad, destruye el medio ambiente, mata, hiere, traumatiza y hace daño a millones de personas. Y, sobre todo, desvía recursos económicos lejos de donde realmente harían un bien común.

Alguien que, como Sanders, por el que hace apenas dos años hacía campaña como voluntaria, defiende que se debería subir el salario mínimo hasta convertirlo en un sueldo digno. Que piensa que la gente no cree que, como ha hecho Trump, se debería dar miles de millones al 1% de los de arriba mediante una bajada de impuestos, sino que se les debería obligar a que paguen su parte. Y que sea en Kansas, en Detroit o en Vermont, la clase trabajadora tienen intereses y aspiraciones comunes. Buscan trascender la barrera partidaria.

Esas ideas quedaron reflejadas en una entrevista conjunta en “Face the Nation” de la CBS, en la que Sanders calificó la campaña de Ocasio-Cortez de «extraordinaria».

«Las insurgentes», como las denominan desde el establishment, están demostrando que son algo más que criaturas exóticas del animalario político de EEUU. Están ganando comicios y cambiando las dinámicas de la política electoral. Han logrado que cada día más voces y más plurales reclamen el poder que ostentan los privilegiados. Bien organizados sobre el terreno y en el mundo digital, conectados a las comunidades y a los movimientos populares, están ayudando a que sus candidatos se multipliquen, que nuevas figuras de gente no blanca, mujeres y activistas den el salto y actúen con total ambición. Entre ellas hay jóvenes activistas, como Julia Salazar o Cori Bush, pero también outsiders, como la actriz Cynthia Nixon, conocida por su papel de Miranda en la serie “Sexo en Nueva York”.

Y actuando así, están desmontando mitos, exorcizando viejos fantasmas, demostrando que sí, que sin duda, los votantes estadounidenses están dispuestos y preparados para acoger y apoyar un mensaje de izquierda sin complejos, audaz y radical.

 

¿Qué quieren decir con «socialismo democrático»?

A veces la historia se mueve rápida y las ideas no pueden volver a meterse en una botella, porque una vez que se apoderan de las masas se convierten en una fuerza material. Y hoy en EEUU, esa idea es la del socialismo democrático.

Hay, sin duda, muchas formas de hablar sobre el mismo. Algunos se centran en la justicia y la igualdad, los hay que hablan de arreglar las irracionalidades del capitalismo, mientras otros destacan su carácter antirracista, antifascista y feminista. En EEUU existen grandes tradiciones de lucha a las que vincularlo.

Alexandria Ocasio-Cortez expresa la idea en los siguientes términos: «Creo que en una sociedad moderna, moral y próspera, ninguna persona en EEUU debería ser demasiado pobre para vivir. Que eso significa que la atención sanitaria es un derecho humano. Significa que todos los críos, sin importar donde han nacido, deberían tener el acceso a la educación que ellos elijan. Que nadie debería ser un ‘sin techo’ si pudiéramos tener estructuras y políticas públicas que permitan a la gente tener un hogar, alimento y llevar una vida digna en EEUU». No está nada mal, suena bien.

El socialismo democrático, en el fondo, significa profundizar en la democracia allá donde existe e introducir la democracia allá donde está ausente. Significa incrementar el alcance del control popular en la arena política y particularmente en las esferas sociales y económicas. Porque la democracia no es una banal amalgama de procedimientos, un manojo neutro de normas y reglas que todo el mundo puede seguir. Al contrario, es la idea radical de que la gente ordinaria, no los expertos, no las élites, puede gobernarse a sí misma.