Agustín GOIKOETXEA
BILBO

La ansia de disfrutar la fiesta la hace más grande

No hay descanso y menos aún cuando se han consumido escasas horas de Aste Nagusia. Tras una intensa noche en la que darlo todo, la actividad en vez de disminuir se incrementó. La ansia de disfrutar hasta el último segundo va haciendo poco a poco más grande a la fiesta. Viejos y nuevos personajes acudieron a saludar a Marijaia, los gigantes en la matinal y la Ballena por la tarde, en un desfile de color y fantasía con la numerosa familia del enorme cetáceo.

Primera matinal festiva de Aste Nagusia, que marca el inicio de los tradicionales pasacalles de gigantes y cabezudos que cuentan con un público fiel. A pesar de que los años no pasan en balde, hay renovación entre los txikis que, con la boca abierta por la dimensión de los personajes o por las carreras para evitar a sus compañeros, acuden a su salida diaria desde el claustro del Euskal Museoa.

Puntuales salieron a su encuentro ocho de los catorce gigantes que componen la comparsa municipal con los nueve traviesos cabezudos. Pitxitxi y Lina, Ferrón y Cigarrera, Terencio y Doña Tomasa, así como Aldeano y Aldeana, tuvieron la ocasión de bailar al son de la música de gaiteros y txistularis de Bizkaiko Dantzarien Biltzarra a lo largo de las calles Sombrerería, Correo, puente y paseo del Arenal, Viuda de Epalza, San Nicolás, Arenal, Arriaga, Bidebarrieta, Lotería y retorno a su «casa» durante estas jornadas festivas. En el museo se quedaron vigilando al Mikeldi Zumalakarregi e Isabel II. De Marino y Carguera, así como El Inglés y La Bilbainita no había noticias ni entre los encargados de bailarlos. Un misterio.

A muchos les surge la duda de por qué no sale la comparsa al completo, que tiene la explicación de que resulta «difícil de gestionar» una kalejira de más de ocho gigantes en calles tan estrechas como las del Casco Viejo bilbaino. «En el resto de capitales vascas no salen a la calle un número mayor; otra cosa es que se vayan turnando los personajes que participan cada día», señaló Jabi Ortega, uno de los integrantes de la comparsa.

Los gigantes recorrerán un itinerario distinto cada día y como novedad en esta edición de Aste Nagusia, el jueves volverán a caminar por Marzana y Bilbao la Vieja como ya hicieran hace más de un siglo.

La Txirla con Baly

Una recién llegada a la fiesta es la Ballena, que por tarde desfiló por la Gran Vía ante el entusiasmo de los txikis que se agolparon al paso de la familia gigante del cetáceo. A Baly, el Pulpo, el Besugo y el Txangurro se sumó en la decimoctava marcha festiva de los hinchables la Txirla, que al abrir su concha amarilla sacaba una gran lengua por la que arrojó confeti.

Tras el paso del grupo de percusión Trokobloco, la primera agitación entre el personal la provocó el reparto por parte de un grupo de ‘‘arrantzales’’ de bolsas con confetis y serpertinas; hubo que situar un perímetro de seguridad para evitar el acoso. A continuación, desde una atalaya, los arponeros alertaron de la llegada de la enorme familia entre diversas bandas y fanfarrias.

Detrás de la Ballena, que hizo las delicias de los reunidos lanzando agua por su parte superior, el Pulpo con sus confetis y el Besugo con humo y arroz por sus agallas, apareció una gigantesta serpiente a cuyas fauces muchos niños y niñas fueron a parar voluntariamente. Costó que avanzara ante el gran número de pequeños que buscaban ser devorados, como les sucedió a madres y padres para tratar de frenarles.

Al peculiar ofidio le acompañaban dos enormes y fantásticos peces llegados de la profundidades de los océanos, uno de ellos con piernas. Se trataba de los personajes de la compañía Plasticiens Volants, un clásico en eventos internacionales.

A unos metros, un nido de moscas-K de Calle, cuyos personajes jugaron con el público al son de la música. Y como no podía faltar a la cita anual, un enorme equipo de limpieza, que cerró la cabalgata, retirando los numerosos papeles que escasos minutos antes se habían encargado de arrojar los enormes hinchables.