Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Purasangre»

Niñas ricas y sociópatas juegan a matar a papá

No es que exista una gran división dentro de la crítica especializada a la hora de juzgar una ópera prima como “Purasangre”, porque nadie le puede negar talento creativo al debutante Cory Finley, y en eso estamos de acuerdo quien más y quien menos. Las diferencias surgen al etiquetar al autor, porque a mÍ en particular me parece un tanto precipitado saludarle como el nuevo niño prodigio o precoz genio del cine independiente en los Estados Unidos.

Creo que su exhibición de depurado y milimetrado estilo fílmico, así como su dramaturgia cuidadosamente escrita y las dotes para la dirección de actrices que dicen diálogos claros y precisos me parece más una flamante tarjeta de presentación que una obra cinematográfica valiosa en sí misma. Por algo ya ha sido fichado por la industria de Hollywood para dirigir a Hugh Jackman en la comedia “Bad Education”.

Hay una actitud clasista y de superioridad intelectual en las dos protagonistas, la cual camina de la mano con la propia arrogancia autoral que exhibe Cory Finley. Rodada en un escenario único la película iba a ser en principio una obra teatral, un poco como la versión femenina del clásico de Alfred Hitchock “La soga” (1948), pensada para ser rodada en un solo plano-secuencia. Una referencia que no queda tan en evidencia como las que Finley hace a “Escuela de jóvenes asesinos” (1988) de Michael Lehmann y a “Criaturas celestiales” (1995), de Peter Jackson.

Las niñas ricas de la película no parecen buscar tanto el crimen perfecto como vengarse de los adultos llevadas por el síndrome generacional de cargarse a la figura paterna. El acto emocionalmente liberador de la una se complemente con la falta de empatía de la otra, hasta completar un binomio sociópata de naturaleza teórica, debido a que la ejecución del plan depende de un tercero, un pobre joven arribista de los suburbios.