Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Estambul

La islamización del turismo en Turquía, un parche a la fuga de europeos

El Gobierno espera recuperar los niveles de ocupación y gasto anteriores a la crisis que vivió el sector turístico en 2016. Para ello, es esencial restaurar la confianza de los turistas europeos y mantener el auge de los visitantes musulmanes, que ya suman más del 10% de total de visitas a Anatolia.

En el aeropuerto Sabiha Gökçen, mientras se espera el turno de control de pasaportes que permite la entrada a Turquía, la mirada se dirige inconscientemente hacia un enorme anuncio en letras árabes de venta de inmuebles turísticos. Desde que se amplió la terminal en 2009, son muchos los árabes que entran por esta frontera en recuerdo a la primera aviadora de combate del mundo. Ya en Estambul, los turistas que descienden desde la plaza Taksim hacia la Torre de Gálata por la calle Istiklal, corazón comercial y de ocio de esta metrópoli bicéfala de más de 16 millones de habitantes, no dejan de fotografiar a comerciantes que compiten por atraer su atención. A simple vista, como subrayan las estadísticas, hay menos europeos. Ahmet, que apalea el consistente helado al estilo de Kahramanmaras, dice que hay más árabes. Karim, gerente del restaurante Big Mama's, lo confirma: «Antes había más alemanes y estadounidenses y ahora vienen muchos árabes e iraníes».

En los dieciséis años de poder del islamista AKP el número de turistas procedentes de Oriente Próximo se ha doblado hasta alcanzar el 10% del total. Además, las visitas de iraníes, recurrentes en las ciudades kurdas de Van y Diyarbakir, se han incrementando en más de un 50% desde 2015. Esa tendencia al alza de visitantes de los países vecinos, recuerda Karim, ayudó a limitar los efectos de la crisis turística iniciada a finales de 2015 por los atentados en el oeste de Anatolia, la crisis diplomática con Moscú desencadenada por el derribo del avión ruso y el fallido golpe de Estado de julio de 2016. Esta inestabilidad provocó una dramática caída de 11 millones de turistas en 2016. Un tremendo 30%.

«Se puede decir que hemos perdido cuatro de los seis vehículos que teníamos. Hemos tenido que despedir a gente, y el número sube hasta 20 si juntas a toda mi familia. El turismo ha caído, pero este año esperamos un repunte», cuenta, reflejo de ese duro periodo, Karim.

Más turistas, menos gasto

Durante un domingo de bulla, como todos en el centro histórico de Estambul, los comerciantes del Bazar de las Especias no están contentos, pero apuntan a una ligera recuperación por el efecto de los árabes, de quienes subrayan su capacidad adquisitiva y tenacidad en la negociación. En 2017, las visitas a Turquía alcanzaron los 38 millones, seis de ellos de turcos residentes en el extranjero. El regreso de turistas procedentes de las repúblicas centroasiáticas y de los Balcanes, unido al auge árabe e iraní, ayudaron a una rápida recuperación. Sin embargo, esta tendencia no se cumplió con EEUU y Europa. En total, más de cinco millones anuales de turistas occidentales se han esfumado en dos años. Como punta de lanza está el caso alemán: en 2015 eran 5,5 millones de turistas, mientras que hoy suman 3,5.

«El Gobierno tiene que apostar por la paz. Los europeos tienen miedo, no saben si habrá una bomba o si serán arrestados, y sin ellos no podremos sanear nuestro sector. Los árabes no son la solución, sino un parche temporal», considera Karim.

Una vez asegurada la vuelta de los turistas rusos, que en 2017 llegaron a los 4,7 millones, un ascenso de más del 400% con respecto al año anterior, el Ejecutivo espera un incremento generalizado en el sector que ayudaría a mejorar los dígitos anteriores a la crisis, cuando Turquía era el sexto país más visitado del mundo. La pasada primavera, el ministro de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, aventuró que este año más de seis millones de rusos y cinco millones de alemanes visitarán Turquía. Es decir, prevé el regreso del turista europeo para así alcanzar las estimaciones de 40 millones de turistas que desembolsarán 32.000 millones de dólares.

Sin embargo, más turistas no significa que se incremente el gasto que realizan. En el medio almonitor, el analista Mehmet Çetingüleç subrayó que la devaluación de la lira turca (un 30% con respecto al dólar en 2018) ha llevado a que el gasto de los turistas en 2017 fuera 26.300 millones de dólares, poco más que hace una década. De esta forma, Turquía se está convirtiendo en país atractivo también por sus precios baratos. Una dinámica que podría incrementar la precariedad laboral en un sector clave en la economía que, para aumentar su competitividad, tiene que recuperar a los turistas europeos y conseguir que las visitas ocupen las cuatro estaciones, potenciando el turismo invernal y cultural.

Mientras tanto, regiones como Antalya o Mugla seguirán sin entenderse sin esos extranjeros que llegan para amenizar los sueños de anatolios que se preparan durante todo el año para los meses de estío, para esos turistas. Más allá de la costa oeste, en Anatolia se abren paso los primeros signos de la civilización en Göbekli Tepe o construcciones que atestiguan el paso de bizantinos o sasánidas por la Alta Mesopotamia, donde nacen los ríos Tigris y Éufrates. Una riqueza cultural que en las calles de Estambul, una vez olvidados los atentados en Istiklal, Sultanahmet o el aeropuerto de Atatürk, comprenderán los más de diez millones de turistas que visitan anualmente esta ciudad que une Europa y Asia.