EDITORIALA
EDITORIALA

Intentar ser desde ya la clase de pueblo que queremos ser: honesto, luchador y decente

Hay personas en la sociedad vasca para las que aún resulta difícil situar los actos en memoria de todas las víctimas de la violencia política y en favor de la reconciliación. A un lado y al otro, a algunos les inquieta que sea precisamente EH Bildu y alcaldes como el de Errenteria, Julen Mendoza, quienes lideren esta dinámica social e institucional. Otros podrían haberlo hecho, pero tiene pleno sentido que lo hagan ellos y ellas.

Estos actos se realizan desde la empatía, la discreción, la honestidad, la seriedad y la solemnidad. No hay ventajismo, no hay revanchismo, no se deja espacio a la utilización política del dolor ni a la sed de venganza. En ellos se respeta y contempla a todas las víctimas, a las de un lado y el otro; ni qué decir a las que cayeron atrapadas en medio del enfrentamiento.

Iniciativas así ayudan también a afrontar la cuestión de la memoria desde un realismo moral que resulta pedagógico: a nadie le duele el sufrimiento ajeno como el propio, pero nadie debería negar esos otros traumas, esos dolores y pérdidas. No todas las muertes han sido iguales, claro, como no lo fueron todas las vidas.

Nada de esto hace estos actos más fáciles, sino todo lo contrario. Obliga a todas las personas a un ejercicio de memoria, de equilibrios, de acuerdos partiendo de desacuerdos políticos profundos. Tan profundos que están en el origen de esta dura realidad.

Evidentemente, este acercamiento a las víctimas, a sus dolores y a sus problemas, quiebra un relato oficial que no se sostiene por irreal y por perverso. Perdida la batalla de los «vencedores y vencidos», sin voluntad política para un esquema en el que todos ganan, algunos tienen la tentación de que todos pierdan. Es una postura cobarde, y no se debe permitir.

Un cambio profundo que destaque lo mejor

Sin dejar de lado el elemento humano y humanista, central en esta dinámica por la memoria y la reconciliación, estas iniciativas responden políticamente a la nueva fase abierta en 2011 y siguen sus principales pautas.

Como ha ocurrido con la resolución, en el apartado de la memoria también se siguen criterios establecidos internacionalmente: la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación. También las garantías de no repetición, que pasan porque las generaciones que no han vivido en el conflicto armado entiendan y ponderen en su justa medida toda la lucha y el sufrimiento que ha vivido este pueblo. Sin revisionismos estériles, sin trampas, honestamente, hay que mirar al pasado para construir otro futuro en democracia y en libertad.

Estas dinámicas se basan también en la unilateralidad, es decir, quienes las promueven actúan en base a sus propias decisiones, justificadas por lo que consideran mejor para el pueblo, su desarrollo y su libertad. No hay contrapartidas y no esperan nada a cambio. Es cierto que esto genera malestar, porque mientras unos asumen su responsabilidad en el daño causado y en su sanación, otros siguen jugando al negacionismo. Y que nieguen tu sufrimiento es injusto y duele.

Pero si el Estado español o las FSE no quieren asumir lo que hicieron, es su problema. Ellos pierden, porque su naturaleza despiadada e irresponsable queda aún más en evidencia ante la honestidad de sus adversarios. Antes o después, tendrán que asumir su responsabilidad. Hay que interpelarles, no se puede dejar pasar, hay que recordárselo a la sociedad… pero casi nadie en esta tierra duda de la represión, de las razias, las torturas, los atentados, los secuestros ilegales, la guerra sucia ni de las muertes extrajudiciales. Ni siquiera ellos, aunque sea para defender su crueldad y su impunidad. Errenteria es un terrible ejemplo de esta realidad, y por eso también actos como el de ayer tienen más valor.

Siguiendo con los principios que establecieron en el cambio de estrategia, con estas iniciativas se habla a la gente, a los pueblos, a la ciudadanía vasca. Una gran parte de nuestra sociedad ya estaba ahí, sin esperar a que sus estructuras o representantes se sumasen, pero agradecen que lo hagan y ejerzan el liderazgo para el que los eligieron.

Tanto es así, que ayer todas las fuerzas políticas, incluido el PP, se vieron obligadas a asistir al acto impulsado por José Miguel Cedillo. Hijo de un policía muerto en un atentado de ETA, Cedillo vio en el camino abierto por el pueblo de Errenteria una oportunidad para exponer su realidad y lanzar un mensaje de reconciliación. Un discurso que perturba y conmueve. Seguramente, este duro proceso le haya hecho ser mejor persona. A nosotros y nosotras nos ayuda a ser mejor pueblo.