Iñaki IRIONDO
COMPARECENCIA EN EL CONGRESO

AZNAR: «ME LO ESTOY PASANDO SUFICIENTEMENTE BIEN»

JOSÉ MARÍA AZNAR DISFRUTÓ AYER EN EL CONGRESO. «ME LO ESTOY PASANDO SUFICIENTEMENTE BIEN», RECONOCIÓ EN UN MOMENTO DE SU INTERVENCIÓN. NEGÓ LA REALIDAD, INSULTÓ A DIPUTADOS QUE LE INTERPELABAN Y CHAPOTEÓ EN EL BARRO CON LA SOBERBIA DE AQUEL PRESIDENTE QUE TUVO TANTA MAYORÍA ABSOLUTA COMO ABSOLUTA FALTA DE VERGüENZA.

Si alguien pensó que llevar al Congreso al ex presidente del Gobierno y del PP a declarar sobre la sentencia del caso Gürtel y la corrupción en su partido podía hacer que José María Aznar pasara un mal trago, se equivocó de plano. «Me lo estoy pasando suficientemente bien», reconoció en una respuesta al diputado del PNV Mikel Legarda, antes de tranquilizar al auditorio asegurando que pese a ello no tenía intención de volver a la política activa.

El mandatario que vio armas de destrucción masiva en Irak y responsabilizó a ETA de los atentados del 11-M sigue teniendo una relación arbitraria con la realidad y la verdad. Incluso con la sentencias judiciales escritas que se le exponían ante sus propios ojos. La condena de la Gürtel considera probada la existencia de la caja B del PP y que la trama se utilizó para financiar a la dirección nacional del partido. Pero Aznar se encastilló en que eso no era cierto, que la trama solo afectó a dos municipios de la comunidad de Madrid.

Lo mismo afirmó que no hubo tropas españolas en Irak que repitió que ni conocía ni contrató nunca a Francisco Correa, líder de la Gürtel condenado a 51 años de prisión. Cuando le recordaron que fue testigo en la boda de su hija, dijo que quien se casó allí no fue él, al igual que cuando le aclararon que pagó parte de los gastos de la celebración. ¿Que llevó en viajes personales a su familia a través de la agencia Pasadena? Balones fuera. ¿Qué organizó todas sus campañas electorales? No sabía nada de él. Y todo esto sin despeinarse una melena de raya perfectamente trazada a la derecha de su cabeza.

Aznar llegó a la sala de comisiones acompañado (figuradamente podría decirse que a hombros) de la dirección actual de este PP. En los todavía cercanos tiempos de Mariano Rajoy, el expresidente era oficialmente el culpable de todos los males actuales del partido. Ahora, con Pablo Casado al frente, Aznar es «un crack».

Frontón faltón

«No tengo que pedir perdón por nada», dejó claro José María Aznar fijando los cimientos de su intervención. Y sobre ellos construyó una pared de frontón, en la que no solo rebotaban las preguntas, sino que devolvía todas las pelotas llenas de inquina contra sus interpelantes.

Llegó documentado. Tenía invectivas para atizar a todos. Al PSOE con los EREs de Andalucía, a ERC, por partido golpista; a EH Bildu, por «ser parte de ETA»; al PNV con el caso De Miguel y «tres millones de euros de una conocida caja de la zona»; a Unidos Podemos, por la financiación venezolana e iraní.

Y cuando el zapato le apretaba y se veía sin salida, no tenía reparo en entrar en el cuerpo a cuerpo personal contra Rafael Simancas, Gabriel Rufián, Oskar Matute o Pablo Iglesias, a quien José María Aznar tuvo los pocos escrúpulos de mentar a sus dos mellizos nacidos prematuramente con problemas de salud.

Aznar negó haber visto sobres de sobresueldos en su partido, y aunque reconoció haber pactado un pago «en especie» cuando era presidente del Gobierno, aseguró que siempre la incluyó en sus declaraciones del IRPF.

Tras negar los cobros y los pagos en negro, admitió que –como en su día declaró Jaime Ignacio del Burgo– autorizó «compensaciones» para Calixto Ayesa, que por entrar en el Gobierno de Nafarroa había tenido que cerrar su consulta médica. Pero Aznar lo vistió de actuación patriótica en favor de un amenazado por ETA. Y se quedó tan pancho como lo estuvo durante toda su comparecencia.

Fueron más de cuatro horas y de declaración, con numerosos momentos broncos, porque no eran pocos los portavoces que quisieron ajustar cuentas con el ex presidente del Gobierno y del PP, quien no solo no rehuyó el intercambio de golpes, sino que en muchos casos los provocó, jaleado por los suyos.

José María Aznar mintió sin reparo alguno a la comisión, negó lo evidente y tampoco se frenó a la hora de insultar a quienes le interpelaban, yendo bastante más allá de lo cabalmente demostrable.

¿Acaso pensaban que no se iba a atrever?