M.I.
MATAR A DIOS

Cómo salvarse de la furia apocalíptica

S abido es que el abaratamiento de costes obliga a muchas producciones independientes a utilizar escenificaciones casi teatrales, pero de vez en cuando hay películas que logran superar esas limitaciones y convertirse en verdadero cine. Le ha pasado a “Matar a Dios”, que en el festival de Sitges se llevó el Premio del Público, junto con unas excelentes críticas que cantan las virtudes de una comedia negra de original planteamiento. No faltó quien la comparó con la obra de Álex de la Iglesia “El día de la bestia” (1995), pero en el fondo la mayoría la sitúa dentro de la tradición del esperpento y del humor costumbrista de Azcona. La clave de su impacto está en la caracterización divina que hace el actor de baja estatura Emilo Gavira, como un colérico vagabundo de largas barbas y silueta contrahecha, que proclama ser el ser supremo que anuncia el apocalipsis. De tal guisa irrumpe en la celebración de la Nochevieja de una familia disfuncional, avisándoles de que va a destruir a la humanidad, dejando vida solamente a dos personas para recomenzar el ciclo desde cero. Como quiera que los habitantes del caserón son cuatro, se inicia una guerra interna para salvarse.