Ingo NIEBEL
Colonia

EL «CASO MAASSEN» PONE EN EL PUNTO DE MIRA AL SERVICIO SECRETO INTERIOR ALEMÁN

La crisis del Gobierno alemán en torno al jefe del servicio secreto interior, Hans-Georg Maassen, ha alimentado a sus críticos, que piden su disolución. Además, ha puesto de nuevo el foco en las nuevas leyes regionales que permitirán a sus policías emplear instrumentos de espionaje contra sus ciudadanos.

La Gran Coalición de la canciller alemana, Angela Merkel, dio por zanjada la crisis en torno al futuro del saliente jefe del servicio secreto interior, Hans-Georg Maassen. Ya no será secretario de Estado en el Ministerio Federal de Interior, se encargará solo de la política de refugiados en el Departamento. Mientras la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y sus socios en el tripartito, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y la Unión Social Cristiana (CSU) del ministro de Interior, Horst Seehofer, quieren pasar página a su segunda crisis de Gobierno en solo doce meses, ésta ha vuelto a recordar el pasado de Maassen y ha cuestionado la existencia propia del servicio de Inteligencia que todavía dirige porque aún no se ha nombrado su sucesor.

Oficialmente, esta agencia se llama Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV) y tiene su sede en Colonia. Tiene 16 oficinas regionales, una (LfV) en cada estado federal. Tanto a nivel nacional como regional estas estructuras están adscritas al Ministerio de Interior. El carácter federal hace que la BfV no pueda mandar sobre las LfV sino que se debe coordinar su labor junto a las demás agencias de Inteligencia, la exterior (BND) y el contraespionaje militar (MAD), policías y Fuerzas Armadas en el Centro Común de Contraterrorismo (GTAZ) y en otros organismos similares.

El Gobierno cuenta con la figura del «coordinador de los servicios secretos», adscrito a la Cancillería Federal, que controla políticamente las agencias federales. El Parlamento Alemán (Bundestag) dispone del Gremio Parlamentario de Control (PKG) para supervisar ese universo tan especial que han creado los organismos clandestinos a espaldas de la vida pública.

Tal y como indica el nombre BfV, su deber es proteger el orden constitucional de la República Federal de Alemania. Por lo tanto, sus principales enemigos son, por un lado, los espías y, por otro, los «extremistas». En ambas tareas, la BfV no se ha cubierto precisamente de gloria.

Aunque los servicios secretos siempre se escudan en que, por lo general, no pueden hacer públicos sus éxitos, el de Interior alemán lleva arrastrando una serie de escándalos que ponen en duda su existencia.

En el área del contraespionaje fracasó a la hora de evitar el espionaje electrónico de la NSA estadounidense contra la propia canciller Merkel. Todo salió a la luz por la revelaciones del exempleado subcontratado de la NSA Edward Snowden. Este último podría ser un espía ruso, señaló Maassen en 2016, sin presentar prueba alguna. Sin embargo, en 2015, denunció a dos periodistas ante la Fiscalía Federal General cuando estos publicaron, basándose en documentos secretos del servicio, los planes de la BfV de aumentar el control y el espionaje a través de Internet. El escándalo terminó con la carrera del fiscal federal general, pero no con la de Maassen.

Este último optó por la «transparencia» invitando a cuatro críticos de su servicio a debatir con él en su sede de Colonia. Uno de ellos era el abogado y defensor de Derechos Civiles, Rolf Gössner. Durante 40 años, la BfV le había espiado y controlado creando un dossier de 2.000 páginas. Lo consideraba un «extremista» y un «enemigo de la Constitución» por pedir la disolución de este servicio secreto.

«Ajeno a la democracia»

Gössner ganó un juicio contra la BfV para poder acceder a su dossier, pero el Gobierno Federal ha recurrido la sentencia. «Siendo un servicio secreto, la BfV es un cuerpo ajeno a la democracia porque el mismo contradice los principios de transparencia y control», mantiene el abogado. El propio Maassen le ha vuelto a dar la razón a su más destacado crítico, que subraya que no existe ninguna definición de «extremista» y «enemigo de la Constitución», salvo su arbitraria utilización por parte de la BfV. De Maassen se ha dicho que se reunió con altos cargos de la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) para informarles de lo que tenían que hacer para que la BfV no les controle. Para alegría de la ultraderecha, banalizó las cazas al extranjero en Chemnitz a finales de agosto.

He aquí el otro flanco abierto de la BfV: trabaja ante todo con confidentes. En el ámbito neonazi ha quedado patente que con el dinero facilitado a aquellas personas potenció a las estructuras nazis en vez de debilitarlas. La punta del iceberg fue que durante una década fue incapaz de destapar al grupo Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU). que mató a una decena de extranjeros y a una agente de policía. En más de una ocasión obstruyó la investigación policial para proteger a sus fuentes.

Críticos como Gössner matizan que todas las competencias de la BfV podrían ser asumidas por la Policía, que tiene que actuar en el marco de la ley. Sin embargo, a nivel regional varios gobiernos quieren dotar a sus policiales con más competencias en materia de espionaje para controlar a la ciudadanía. Contra esta tendencia, diferentes organizaciones llaman a manifestarse el próximo 13 de octubre en Berlín bajo el lema «Derechos fundamentales son indisolubles».