Maider IANTZI
MEMORIAS FEMINISTAS: MAYO DEL 68, DESPUÉS DE 50 AÑOS

UNA LUCHA DIVERSA EN LA QUE LAS MUJERES FUERON AFLOJANDO EL CORSÉ

EN LAS MEMORIAS FEMINISTAS, ORGANIZADAS POR JAKIUNDE, EL MUSEO SAN TELMO Y LA BIBLIOTECA DE DONOSTIA DE LA UPV, RELEYERON MAYO DEL 68 DESDE LA PERSPECTIVA DEL GÉNERO. HABLARON, ADEMÁS, DEL CORSÉ ACTUAL. MARINA SUBIRATS PROPUSO IR HACIA LA DESAPARICIÓN DE LOS GÉNEROS UNIVERSALIZANDO TODO LO BUENO QUE TENÍAN.

La segunda edición de las Memorias Feministas, que acogió el Museo San Telmo de Donostia la semana pasada, ofreció un viaje en el tiempo hasta Mayo del 68, así como en el espacio atravesando diversas ciudades del mundo. El núcleo originario de las movilizaciones se sitúa en el Estado francés, en las huelgas estudiantiles que afectaron a 10 millones de trabajadores. Pero en un corto periodo las protestas solidarias se extendieron hacia la Ciudad de México, Berlín, Buenos Aires, Dakar, Ciudad del Cabo, Madrid o Barcelona.

Pilar Folguera, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, mostró la gran diversidad cultural y étnica de las movilizaciones mediante fotografías.

«Fue un movimiento global que tuvo como protagonistas también a las mujeres». En los actos tras el asesinato de Martin Luther King, las mujeres aparecen en primera línea. Su presencia es también notable en Praga o en la Plaza de las Tres Culturas de Ciudad de México.

Control de la maternidad

En esta lectura de Mayo del 68 desde el género, Folguera destacó la necesidad de libertad que había y los nuevos valores que se lograron y que hoy siguen ahí. «Con las píldoras anticonceptivas la generación de 1960-70, por primera vez, tuvo el control sobre la reproducción en el mundo occidental. Esto generó una revolución en la educación, en las relaciones...».

La experta en género mencionó, por otra parte, «el desencanto de la juventud con la jerarquía de valores de los partidos tradicionales de izquierda».

Más allá de Europa, en México, Uruguay o Argentina junto a las estudiantes salieron a la calle sus madres, abuelas... en favor de las libertades democráticas. En una imagen de Argentina, aunque su integridad física está terriblemente amenazada, reivindican “Luz y fuerza”. Así como en México, donde asesinaron a estudiantes de ambos sexos.

Hay fotografías de asambleas en Dakar en las que se ve a mujeres y que recuerdan a las que se celebran hoy en día. En todo el mundo «ellas vivieron la lucha como una oportunidad de salir de lo privado para emerger a lo público. No solo eso; se planteó su urgente participación en la vida política como ciudadanas de pleno derecho».

¿Hay algo en común en todas esas luchas? En opinión de Marina Subirats, catedrática emérita de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, sí: «La necesidad de liberar el deseo». Recordó que a los 13 años su madre le puso un corsé real. «Si corres, se te moverán las carnes y eso es muy vulgar», le dijo. Era también un corsé mental. Tenían el destino trazado desde antes de nacer. Estaban muy limitadas.

«Hemos tenido el deseo tan cortado que nos resulta difícil saber qué queremos. Hay que hacer este trabajo».

Capacidad de desafiar

Subirats, que en 1968 estaba investigando en París, destacó dos elementos del Mayo Francés. El primero, la sexualidad, la reivindicación de unas relaciones más libres; el segundo, la capacidad de desafiar: «¿Y tú quién eres para darme lecciones?». Empezó a tambalearse el que alguien tuviera la legitimidad de decir a los demás lo que tenían que hacer.

En 1976, de vuelta ya en Barcelona, Subirats recuerda que se reunían mujeres de 20-30 años con otras de 60 que habían vivido la guerra y que habían sido ya feministas. «Ellas estaban encantadas. ‘La lucha va a seguir’, decían. Pero cuando las jóvenes empezamos a hablar de libertad sexual se horrorizaron. Para ellas lo más importante era la decencia. Entonces entendí que cada generación tiene sus objetivos de lucha. El feminismo es como un gran río donde se juntan todos».

Actualmente, defendió que hay que ir «hacia la desaparición de los géneros; no de los sexos. Los moldes femeninos y masculinos son el problema. Debemos tomar todo lo propio del género femenino tradicional, revalorizarlo y abrirlo para que los hombres puedan practicarlo». Por ejemplo, «los juegos de las niñas están desapareciendo. Hay que revalorizarlos y abrirlos a los niños. Así cada persona podrá jugar a lo que quiera y no habrá juegos de niñas y de niños».

Añadió que en lugar de universalizar lo bueno que tienen los géneros, se hacen «cajoncitos, como LGTBI+», lo que le parece «un error». «¿Por qué tenemos que encasillar siempre?». Espera que las diferencias internas no dividan a las feministas («como ha ocurrido con el tema de la prostitución»), ya que «lo fundamental es seguir avanzando juntas».

La fiesta

Mariasun Landa, escritora y académica de Jakiunde, nos llevó de una mano un poco más personal a través de su libro “La fiesta en la habitación de al lado”, que relata el primer año que pasó en París. Llegó allí en octubre de 1968, pero «el Mayo duró». Aquella chica de 19 años que soñaba con ser escritora descubrió novedades: el carrito de la compra, hombres en el mercado, la remolacha, la endivia, parejas besándose a cielo descubierto...

Quería encontrarse con Simone de Beauvoir en alguna cafetería y se topó con la migración y el antifranquismo. «Había una gran inmigración de chicas jóvenes y mujeres. ¿Cómo vivieron el Mayo del 68? A nadie le oí. Las señoras de la zona burguesa sí que me comentaron lo bien que se lo habían pasado, como en una fiesta».

A las inmigrantes que conoció Landa solo les interesaba ahorrar. Ella fue parte de la inmigración que vivía en pequeñas habitaciones en el tejado. En cuanto al antifranquismo, había una ideología férrea cuyas características eran «una seriedad extrema, la austeridad (‘no gastábamos nada’), un heroismo viril y una moral del sacrificio». Todos los fines de semana había barricadas y movilizaciones en el barrio latino. Esta escritora, que se define «68añera para siempre» se trajo desde París una pregunta: «¿Cómo soñar un mundo mejor?».