A. I.
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PAULINO MOLINET
SOBRINO DE SANTIAGO MOLINET

«Todos se alistaron voluntarios, porque sabían que la alternativa era la muerte»

Paulino Molinet es uno de los familiares que habló en la ceremonia. En su día, salió a buscar a sus parientes y vecinos por las cunetas. La vivencia de su familia ubica la historia del Tercio de Sanjurjo en el terror más absoluto. Fue una forma más de morir.

¿Qué supone para usted la historia del Tercio?

En el Tercio de Sanjurjo mataron a mi tío Santiago. De mi pueblo, Lodosa, llevaron a 22 al Tercio. Los mataron a todos. Santiago es uno entre tantos. De mi familia mataron a seis personas. A Santiago, en el Tercio y a cuatro de sus hermanos en otros lugares. Eran diez. Mi padre es el primero que se libró. Tenía 11 años. Mataron también a un primo mío de nueve meses. Pusieron una bomba en la cueva en la que vivían. Metieron la bomba dentro de la cocina económica durante un registro y cuando mi tía la encendió la lumbre al día siguiente, aquello estalló. Había dejado a dos gemelos al lado del fuego, por el calor. Murió el que estaba más cerca.

¿Por qué les hicieron todo eso? ¿Por rojos?

No, no creo. Pienso que fue porque eran muy pobres. Sin más. Pero muy muy pobres. Tampoco fue por quedarse con nada, porque nada tenían. Y tampoco pertenecían a nada. Pescaban en el Ebro.

Quizá eran gente que, simplemente, no era de fiar. Por ser de Lodosa.

Eso puede ser. Les tocó y ya está. Uno murió en la cárcel de San Cristóbal, otro murió en Soria con otros dos lodosanos que se habían escapado. Cometieron el error de decir de dónde eran. Enseguida llegaron otros del pueblo y los mataron. A este tío le fueron a buscar a casa para matarlo. Saltó por la ventana sin camiseta, sin nada. Y se fugó.

¿Qué sabe de Santiago?

Sé que estaba casado. Todos mis tíos que mataron estaban casados o con novia. Mi tía Felisa nunca volvió a casarse. Y novias de otros hermanos también decidieron que no se casarían con ningún otro.

¿Qué recuerdos le transmitió su padre?

Mi padre tenía 11 años, igual 12. Fueron a por su hermano a casa y no estaban. Los cogieron cuando venían de pescar. Mi abuela vio que se llevaban a los dos y lo barruntó. Salió corriendo a por sus hijos y se metió al pequeño debajo de las faldas. Se les enfrentó y les dijo: «Este se queda aquí conmigo». Les pilló por sorpresa y no se por qué no se la llevaron a ella. Porque en Lodosa también mataron a mujeres. Mi abuela acabó perdida de la cabeza por tanto sufrimiento.

¿Cómo “reclutaron” a su tío Santiago y a los demás para que ingresara en el Tercio de Sanjurjo?

Les mandaron ir al cuartel, como hacían siempre. Les dijeron a ver qué querían hacer, si alistarse como voluntarios al Tercio o ser detenidos. Se apuntaron todos voluntarios, no había alternativa. Sabían que la otra alternativa era la muerte. Entonces les llevaron desde el pueblo a Zaragoza, creo que decían que eran la Segunda Bandera del Tercio de Sanjurjo. Rebuscando en los papeles vi al vecino que les llevó, porque firmó unos recibos a su nombre. Pero sacar los nombres no tiene sentido ya.

¿Cómo se enteraron de que los habían matado?

Por la impunidad tan grande que había. Alardeaban. Iban al bar y decían: «Hoy no hemos comido un pajarillo y un caracol». Resulta que a uno le llamaban de mote Pajarillo y a otro, Caracol. Cuando salimos a buscar a todos los muertos que estaban desperdigados encontramos a muchos gracias a esta prepotencia.

¿Tienen sentido estos actos de homenaje como el de ayer a los que mataron en el Tercio de Sanjurjo?

Sí, claro que sí. Muchísimo. La gente implicada en el sufrimiento no siente un dolor físico tangible. Si te rompes un brazo, te duele el brazo. Pero te puedes consolar a ti mismo, te lo agarras con la otra mano y te lo arrimas junto a tu pecho. Pero cuando te han matado a tanta gente, ¿cómo te consuelas? Solo con el reconocimiento. Para eso sirven estos actos, que además no van contra nadie. Solo se reconoce el dolor de los que han sufrido y siguen sufriendo.