EDITORIALA
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Otra vuelta de tuerca a la crisis de la democracia

Parece imposible hasta que sucede. Casi 60 millones de brasileños votaron el domingo a Jair Bolsonaro. Un 56% de los votantes del país, de los cuales solo una minoría puede considerarse de extrema derecha, ha decidido llevar a un fascista al poder en el país más poblado de Sudamérica; una potencia regional que, pese a vivir sus horas más bajas en años, sigue siendo uno de los grandes países emergentes (BRICS). Acertar en el análisis de las causas y articular una estrategia efectiva para hacer frente a esta involución global debe convertirse en la obsesión no solo de la izquierda, sino de todo demócrata.

Hay razones que obedecen a lógicas internas de un país exhausto en el que una derecha sin ningún escrúpulo y con muchos recursos logró echar a Roussef y encarcelar a Lula bajo magnificadas acusaciones de corrupción. Unos cargos que han quedado en minucias en comparación con el nivel de putrefacción institucional y moral que ha venido de la mano de esa misma derecha. Obsesionado con la izquierda, es el establishment el que abre las puertas a la extrema derecha –una constante histórica en el acceso al poder del fascismo–. Y hay, por otro lado, causas que se alinean con la ola conservadora que en el continente americano va de la mano del auge de movimientos evangélicos bien nutridos desde Estados Unidos.

Con todo, es la crisis del modelo de democracia liberal lo que más preocupa globalmente. La elección de Bolsonaro supone una nueva vuelta de tuerca a una tendencia general de la que tenemos sobradas muestras también en Europa. Vaciadas de contenido y con las grandes decisiones económicas fuera de su alcance, las democracias representativas realmente existentes han dejado de ser aquel vehículo de igualdad y prosperidad que prometían ser. Y a falta de una alternativa progresista, las simplistas recetas de la extrema derecha ocupan su lugar. Es difícil imaginar el urgente y necesario cambio de dirección sin volver a llenar de contenido –es decir, de capacidad real de decisión– el ejercicio de la democracia.