EDITORIALA
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Hacia un modelo socioeconómico de país

El mundo está cambiando muy rápidamente. La inmediatez lo absorbe todo y no se dedica el tiempo y el esfuerzo necesarios al pensamiento estratégico, a la reflexión sobre el sentido de esos cambios y a la respuesta que como país debemos dar a esas profundas transformaciones. Por todo ello, el trabajo que en el marco de XVIII Congreso de Estudios Vascos está haciendo Eusko Ikaskuntza para impulsar una reflexión de alcance sobre los desafíos que como pueblo enfrentamos es aún más valioso.

Ayer se celebró en Bilbo la sesión sobre desarrollo socioeconómico, un ámbito en el que los cambios son especialmente vertiginosos. Las innovaciones tecnológicas se acumulan a gran velocidad, dejando obsoletas no solamente industrias y ramas enteras de producción, sino también la propia regulación de la economía, los modelos de relaciones laborales e incluso la organización del propio estado de bienestar. Como diría Karl Marx, el desarrollo de las fuerzas productivas cada vez se corresponde menos con el estado de las relaciones de producción. No obstante, la transformación no es solo tecnológica; también están cambiando las percepciones sociales sobre la igualdad, la división del trabajo y los cuidados. Y otros factores como la esperanza de vida, las migraciones o el cambio climático añaden nuevas variables a la compleja ecuación del diseño de un nuevo modelo socioeconómico. Afrontar el futuro como país significa responder a esos grandes desafíos con otros modelos de relaciones económicas y sociales que sean más sostenibles, inclusivos, igualitarios y equitativos.

Un modelo dibuja una referencia hacia la que dirigirse y eso es especialmente importante en una nación dividida administrativamente y con pocas referencias globales. Pero también es trascendental que responda a los intereses de la mayoría, de modo que sirva para aunar voluntades. Porque, al fin y al cabo, son las mayorías sociales las que pueden condicionar el sentido de los cambios.