Dabid LAZKANOITURBURU

Una terquedad numantina que denota debilidad

El español es uno de los cinco estados miembros de la UE que siguen sin reconocer la independencia de Kosovo desde febrero de 2008, hace más de 10 años. La declaración de independencia, avalada por el Tribunal de La Haya en 2010, fue asimismo rechazada por Eslovaquia, Grecia, Rumanía y Chipre, países miembros de la Unión renuentes a la secesión kosovar de Serbia por cuestiones histórico-geográficas como su vecindad en los Balcanes y/o por afinidades cultural-religiosas (ortodoxas) o étnicas (eslavófilas) con Belgrado.

De los 193 países miembros de las Naciones Unidas, más de 120 han reconocido a la República de Kosovo como Estado independiente. Entre los 70 que siguen sin hacerlo las casuísticas son múltiples, pero muchos de ellos, sobre todo los latinoamericanos, son sensibles a las posiciones geopolíticas contrarias a EEUU y, por ende, proserbias que lidera Rusia. Y que secunda China.

Es evidente que el Estado español no comparte este último alineamiento, como tampoco participa de aquella suerte de solidaridad étnico-cultural-religiosa balcánica.

Sorprende, en este sentido, tal y como apunta el COI, que España sea el Estado que más obstáculos pone a la participación de los atletas kosovares. Y es que, como recordó el director general adjunto del COI, Pere Miró, la propia Rusia, e incluso Serbia, se han mostrado más abiertos que el Estado español ante la participación de deportistas kosovares en sus competiciones.

La esquizofrenia española llega a tal punto que está dejando en evidencia a Madrid en los foros internacionales, incluidos los deportivos. La explicación, sin embargo, es sencilla, y tiene que ver con la percecpción de su propia debilidad. Con el pavor solo de pensar que una declaración simbólica de independencia como la que Kosovo reivindicó respecto a Yugoslavia en 1990 se hizo efectiva e irreversible unos años –y cierto que muchos dramas– después. España tiene miedo. No solo de Catalunya. De sí misma.