Con 11 años Sandra Parks había obtenido un premio en la escuela de Milwaukee en la que estudiaba por un ensayo dedicado a Luther King titulado “Nuestra verdad”. Escribía Sandra: «No podemos dejar que las mentiras de la violencia, el racismo y los prejuicios sean nuestra verdad». También se lamentaba de que en su ciudad los tiroteos fueran tan habituales como los cereales en el desayuno. «Oigo y veo muestras de caos a diario y niños pequeños son víctimas de la violencia sin sentido de las pistolas».

El pasado mes, dos años más tarde de su laureada denuncia, Sandra moría de un balazo en su casa mientras veía televisión. Una bala perdida entró por la ventana de su dormitorio y acabó con su vida. Apenas tuvo tiempo de decir: «Mamá, me han disparado y la bala ni siquiera era para mí».

Aún no termina el año y ya son más de 13.000 las vidas asesinadas a balazos en Estados Unidos. Extraño estilo de vida el de un país en el que son más los estadounidenses que mueren en la paz de sus ciudades que sus muertos en las trincheras de sus guerras.

Sandra también decía en su ensayo: «En lugar de pasar como barcos en la noche, debemos hacer que nuestras verdades se extiendan a los confines del mundo».

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