Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale
GAURKOA

Adelante sin olvidar lo que somos

Han pasado ya algunos años desde que el conjunto de la izquierda abertzale tomara la responsabilidad de superar el ciclo de enfrentamiento armado para entrar en un contexto de confrontación democrática y debemos preguntarnos si la adaptación está siendo bien llevada a cabo. Un cambio de escenario así requería necesariamente una nueva forma de encarar los acontecimientos, así como la actualización de nuestra cultura política, para que sin perder la esencia de lo que somos resulte lo más eficaz posible en el camino a la independencia y el socialismo.

Pero la historia no se detiene para que un movimiento de emancipación se resitúe. La tarea hay que realizarla al tiempo que la realidad política continúa su curso, el Estado y sus colaboradores locales maquinan para que el reposicionamiento sea en desventaja y mientras las contradicciones internas afloren.

Viniendo de donde veníamos, en un plazo relativamente corto, hemos llevado adelante toda una reestructuración general del movimiento tratando de conservar nuestra cultura política tradicional de compromiso militante y lucha, y diseñando una estrategia de avance que articulando lo institucional y lo popular nos conduzca a la recuperación de la soberanía nacional y la integridad territorial, que siguen siendo objetivos irrenunciables de nuestro proyecto.

Pero ¿vamos bien en nuestras pretensiones? Pasar junto a los problemas sin mirarlos no hace sino alimentarlos. Y no hemos llegado hasta aquí para eso. Estamos para ganar.

Aunque haya quienes no lo quieren ver o incluso a quienes no les interese hacerlo, creo que es evidente que algunas circunstancias alrededor de la izquierda abertzale están generando contradicciones e incluso cierto desenganche de militantes históricos que, sin tener un sentimiento contrario al proceso, sí que sienten un punto de desafección. Esto me preocupa mucho.

Y es que entrar en un nuevo tiempo político y desarrollar unas nuevas formas de acción y lucha no pueden conllevar, bajo ningún concepto, la devaluación de nuestra cultura política tradicional ni la renuncia a nuestro pasado; y mucho menos que las inercias del sistema nos acaben llevando a su terreno de dócil asimilación. Tampoco el acomplejamiento.

Para empezar, venimos de donde venimos y traemos el bagaje de un recorrido histórico del que debemos sentirnos profundamente orgullosos. Con nuestras luces y nuestras sombras, aciertos y errores, algunos incluso dramáticos que ojalá no hubieran ocurrido. Pero todo ello hemos sido y somos, y jamás podremos echar la mirada atrás con vergüenza. Jamás.

Sin embargo, estamos viendo que siempre se nos pide más, en la exigencia de que abjuremos de nuestro pasado para sobre esa renuncia construir un relato mentiroso de vencedores y vencidos, y certificar que fue un error no haber abrazado, como ellos, el régimen del 78, emanado de las esencias póstumas del franquismo.

Pero, o hay verdad y justicia en la memoria, o esa memoria será siempre fraudulenta y mezquina; humillante. Por eso, no tenemos reserva alguna en decir que las víctimas merecen dignidad, reparación, justicia y colaborar en ello. Pero hablamos de todas las víctimas, porque el dolor y la sangre es igual en todos los lados.

Lo mismo con los reconocimientos. Y aquí está incluido el derecho a dar el recibimiento debido a quienes regresan a sus pueblos procedentes de la prisión o el exilio. No es lo propio tener que darles el abrazo entre las sombras de la puerta trasera como si se tratara de delincuentes. Son nuestros militantes políticos, represaliados que vuelven con sus familias.

Hemos llegado hasta aquí tras décadas de conflicto armado y sabíamos que el cambio a un tiempo exclusivamente político y democrático exigía una adaptación no solo de cuestiones tácticas u organizativas sino también de nuestra cultura política de izquierda abertzale.

En igual medida, éramos conscientes de que el cambio de ciclo podría provocar distorsiones que afectaran al subconsciente colectivo de la militancia, generando contradicciones internas. De ahí que haya que estar siempre vigilante para que nuestro proceso vaya bien orientado y se resuelvan con rapidez y eficacia las contradicciones que aparezcan en el camino.

El paso a un terreno de confrontación democrática nos coloca sobre un escenario político ya establecido y del que pretendemos valernos para conducir a la sociedad hacia la emancipación nacional y social.

Esa pretensión de conjugar la lucha en la calle con la institucional entraña un riesgo ineludible que en no pocas ocasiones ha dado al traste con procesos ilusionantes en el mundo. Incidir en el sistema para transformarlo puede acabar en ser devorado por lo que se quiere superar.

No tengo la menor duda de que la clave para conjurar ese peligro reside en reforzar los valores tradicionales de la izquierda abertzale. Adaptado al tiempo que vivimos; cierto, pero sobre iguales principios de militancia, compromiso, dignidad, lucha, orgullo de nuestro pasado y siempre con los pies en la calle.

Cuanta más moqueta se pise más hay que tener los pies en el pueblo. Solo desde el contacto directo con la piel de la calle se puede conocer el pulso de la sociedad. Ese pulso es el que nos da la vida, el que corregirá nuestro paso si equivocamos el camino.

Quienes siempre han estado a nuestro lado luchando hombro con hombro no pueden ahora sentirse huérfanos de referente porque perciben que nuestras estructuras han perdido nervio o se deriva demasiado la atención a los despachos.

No olvidemos que nunca antes habíamos estado en un escenario así y que queremos convertirlo en tránsito a la recuperación nacional.

No minusvaloremos que es un territorio difícil de gestionar. Me atrevería a decir que lo es, incluso, más que el anterior de enfrentamiento violento, donde los perfiles de cada factor eran tan definidos que cortaban.

Hoy no es así y tenemos que armonizar debidamente la lucha y la acción, las alianzas, las complicidades para que de su conjunción salgan avances. Habrá quien quiera correr más y quien busque ralentizar. Quien pida más choque y quien recomiende flexibilidad. Incluso algún grupúsculo sectario que desde el narcisismo reaccionario hará la contra sistemática planteando un todo o nada para enmascarar su nada.

La clave de la victoria, de la eficaz gestión de la confrontación democrática estará precisamente en la articulación inteligente, con talento, de todos los mecanismos a nuestra disposición. Unas veces reteniendo el músculo; otras desplegándolo. Pero siempre con un objetivo claro, un camino bien trazado y empuñando como siempre nuestros valores de compromiso, militancia y lucha.

Estamos trabajando el presente hacia un nuevo futuro. Tenemos la responsabilidad de ser músculo y nervio, inteligencia de la sociedad para superar en el día a día este colonialismo cultural y político hispano-francés y recuperar lo antes posible nuestra soberanía histórica.

Si la izquierda abertzale tiene la proa bien fijada al rumbo y remamos como siempre lo hemos hecho, no dudo que lo lograremos.