Jaime IGLESIAS
MADRID
Elkarrizketa
NABIL AYOUCH
DIRECTOR DE CINE

«Sin un sistema educativo fuerte la religión corre el riesgo de ser manipulada»

Nacido en París en 1969 de padre marroquí y madre judía tunecina, debutó en el largometraje con «Alí Zaoua, príncipe de Casablanca» (2000). Películas como «Whatever Lola Wants» o «Los caballos de Dios» le han convertido en un puntal del cine marroquí. Acaba de estrenar «Razzia».

Pese al prestigio alcanzado por sus películas en diversos festivales internacionales, Ayouch sigue siendo un cineasta incómodo para la clase política de su país. Su empeño por retratar la desigualdad y por articular una reflexión de alcance sobre la violencia latente en la sociedad marroquí, le han granjeado no pocas críticas. En su último largometraje construye un relato coral sobre la apatía y la complicidad de las clases medias en la perpetuación de una política de represion y exclusión hacia los más débiles que comienza a ser contestada por buena parte de la juventud del país.

 

Según refleja en la película, en algún momento en Casablanca se vivió una ilusión de tolerancia y cosmopolitismo. ¿Cuándo acabó, según su opinión, ese sueño?

Creo que hubo un punto de inflexión en la historia contemporánea del país con la reforma del sistema educativo a principios de los años 80, lo que llamamos la Arabización. Antes de esa reforma, existía la diversidad cultural, nos reconocíamos los unos a los otros, reconocíamos las diferencias, reconocíamos lo que todos los habitantes de Marruecos, fueran árabes, judíos o cristianos, ofrecían y suponían en la construcción del país. Aquella reforma supuso la desaparición de esta diversidad cultural, y también el comienzo del islamismo, su penetración en el país.

 

No es la primera vez que trata en sus películas la incidencia de la religión sobre el desarrollo de las libertades individuales de los marroquíes.

Bueno, yo creo que el principal problema al que se enfrenta la sociedad de Marruecos es la educación porque sin un sistema educativo fuerte, la religión corre el riesgo de ser manipulada. Eso se pudo ver, por ejemplo, en Europa durante la Edad Media. Es el problema que estamos viviendo ahora en Marruecos; los sentimientos religiosos están siendo manipulados y, paralelamente, la sociología y todas las ciencias humanas están siendo eliminadas del sistema educativo.

 

Siempre se ha dicho que Marruecos es un país fragmentado entre población rural y población urbana, sin embargo, usted en «Razzia», más allá de conflictos étnicos, culturales, políticos o de mentalidad incide en las desigualdades económicas y de clase como causa fundamental de esa fragmentación.

Desgraciadamente es así. Hemos llegado a un punto, pero no solo en Marruecos, también en el mundo árabe en general, en el que hay mucha desigualdad y una gran injusticia social. Nos encontramos ante una sociedad que solo da oportunidades a la gente rica y deja de lado a los más pobres.

 

No deja de resultar llamativo que frente a sus largometrajes anteriores donde daba voz a los excluidos o a los marginados, en esta ocasión, haya girado su mirada hacia esas clases medias entre apáticas y resignadas. ¿Es algo que tiene que ver con esa intención de analizar las derivas de la lucha de clases en el Marruecos actual?

Absolutamente. Con mis primeras películas mi intención era dar voz a los sectores más marginales de la sociedad. Creo que todo está relacionado con mi propia historia personal, con mi trasfondo. Crecí en los suburbios de París, en un área de clase media, no muy rica, y supongo que de alguna manera todo eso que viví me ha afectado, así como el impacto que me causó mi primer viaje a Marruecos. Con “Razzia” he querido retratar un amplio espectro de la sociedad: hablar de las diferencias entre clases sociales, de la falta de diversidad y de la mezcla entre clases, de la división interna que se da entre ellas. El Marruecos actual adolece de cierta incapacidad para lograr articular un proyecto de convivencia integrador entre las diferentes clases sociales: un chico joven de la Medina nunca cruzaría a una zona en la que vive una chica joven perteneciente a la clase alta.

 

¿Cómo trabajó el guion para darle homogeneidad a todas las historias que forman parte de este fresco social y que todas tuvieran su importancia?

No sé si todas las historias que integran el relato tienen la misma relevancia. Todos los personajes de la película están inspirados en personas que he conocido a lo largo de mi vida, sobre todo, en Marruecos, con la excepción de, por ejemplo, el personaje del profesor, Joe, interpretado por Arieh Worthalter, a través del cual evoco parte de mi infancia en París. Todos ellos son personajes solitarios y es esa soledad la que los conecta, así como nos conecta a todos nosotros.

Hablando de esa gente, quería hablar de nosotros mismos de una manera más amplia. Por eso los elegí y decidí hablar de ellos, sin llegar nunca a cruzar sus historias más que de una forma ligera.

 

¿En cuál de los personajes se siente más reconocido?

Mi juventud estuvo muy cercana al personaje interpretado por Abdelilah Rachid, Hakim, el admirador de Freddie Mercury. En una etapa más adulta, más cercana al presente, he de reconocer que mi carácter se ajusta mejor a Joe, el dueño del restaurante. Yo diría que mi personalidad oscila entre ambos personajes. Mi mujer, Maryam Touzani, que es coguionista e interpreta a Salima, es muy parecida a su personaje en cuanto a su lucha social por los derechos de las mujeres.

 ¿Ha suscitado algún debate la película en Marruecos? Se lo comento porque muchas veces aquellos directores que hacen una película crítica con el devenir del país tienen que soportar la acusación de haber sido financiados con dinero extranjero. No sé si a usted le han hecho este tipo de reproches y cómo los lleva.

Cada vez que criticas algún aspecto de tu país, eres tratado como un traidor, aunque lo hagas desde fuera de tu país. Si lo haces es porque no eres totalmente marroquí, o porque tu madre es francesa, que en mi caso es verdad. Siempre encuentran alguna explicación que lo justifique. Afortunadamente, aunque hubo duras críticas, al contrario que mi anterior trabajo, “Much Loved”, esta película no fue prohibida, fue autorizada para ser proyectada. Además de poder proyectarse, organicé junto a mi equipo un tour por todo el país. Descubrí que, además de toda esa gente que está ciega, que no quiere escuchar ni ver nada de cuanto acontece en su país y que se refugia en el confort de una realidad paralela, existe una juventud en Marruecos muy viva, personas con mucha curiosidad y ganas de debatir sobre los temas que se tratan en la película, como la religión o las minorías sexuales. Fue un tour maravilloso y fue muy interesante conocer a ese segmento de la población y participar con ellos en este debate tan fuerte tratando estos temas que suelen ser tabú para gran parte de la sociedad marroquí pero no para los más jóvenes.

 

El final de su película parece incidir en la idea de que la supresión de la diversidad es el caldo de cultivo idóneo para que estalle la confrontación social y la violencia.

Sí y se trata de una especie de sentimiento global que compartimos entre diferentes países, no solo en Marruecos y en el mundo árabe. También en Occidente, en Europa, en Estados Unidos existe esa necesidad de protestar por los derechos, sociales, económicos, y por los derechos de las minorías que se encuentran seriamente amenazados por el miedo. La crisis económica, el cambio climático o el auge de los nacionalismos son fenómenos que generan temores e incertidumbres en la población. En el mundo árabe ese miedo está alimentando el islamismo, pero se trata de un fenómeno global, basta ver lo que sucede en países como Austria, Francia, Hungría, Italia o Estados Unidos, donde el nacionalismo opera con la misma lógica que el islamismo. En el mundo árabe, la violencia se encuentra en el medio de esa confrontación interna, entre conservadores y progresistas, y se convierte en su forma de expresión.

 

¿Qué efecto real tuvieron las primaveras árabes? ¿Sirvieron para algo? ¿Cambiaron la manera de pensar y de relacionarse con la política de los ciudadanos?

Revelaron que esa confrontación entre conservadores y progresistas era un hecho consumado. Antes de las primaveras árabes, no había libertad de expresión en la mayor parte de los países. Nadie había hablado de esa confrontación hasta entonces. Además, tuvieron la virtud de que, gracias a la acción ciudadana, desde las propias estructuras de los Estados, emergieron diferentes formas de ver, percibir y entender la sociedad.