Si nos dicen hace un tiempo que una producción de Jason Blum iba a costar veinte millones de dólares no nos lo creeríamos, pero es que el jefe de la compañía de bajo presupuesto Blumhouse ha apostado fuerte por el rescate de Shyamalan, que se encontraba en horas bajas tras varios reveses seguidos dentro de la industria de Hollywood. “Glass” ha costado tanto porque es la culminación de ese proceso, destinado a superar el fiasco de películas todavía mucho más caras como “La joven del agua” (2006), “El incidente” (2008), “Airbender: el último guerrero” (2010) y “After Earth” (2013). Pero el cineasta de origen indio es como alguno de sus heroicos personajes, y consiguió renacer de sus cenizas poco a poco a partir de la cura de humildad que supuso la modesta “La visita” (2015).

Una vez recuperado, Shyamalan se ha sacado de la manga una trilogía que conecta su obra pasada con la actual, como método de regeneración autoral. En “Glass” reune a tres de sus personajes más emblemáticos, dos procedentes de su innovadora y adelantada a su tiempo “El protegido” (2000) y el tercero de su anterior “Múltiple” (2016).

De esta forma coinciden en una misma historia las nada comunes caracterizaciones de Bruce Willis, Samuel L. Jackson y James McAvoy. Al encerrarlos en un siquiátrico bajo la supervisión de la doctora encarnada por Sarah Paulson lleva a cabo una reflexión sobre la mitología del cómic y la naturaleza del superdotado, que desde la ciencia son catalogados como pacientes con delirios de grandeza.