EDITORIALA
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El país está cambiando y vamos a luchar para seguir contándolo

Todos los oficios del mundo conllevan un sentimiento corporativista que hace sentir a las personas que trabajan en ellos especiales, cuando menos en el sentido de diferentes al resto, y cuando más, ridículamente excepcionales. El periodismo tiene, además, una épica asociada a la imagen popular transmitida por el cine y la literatura. Esta imagen comporta valores envidiables como la pasión por el trabajo, una inquebrantable voluntad por descubrir la verdad, la promesa de ser insobornables… a veces incluso cierto sentido del humor. El interés por las cosas mueve esta vida profesional. Así, el periodista también aparece asociado a una vida apasionante y un tanto canalla. Un oficio interesante.

La vida cotidiana de la gran mayoría de los periodistas siempre ha sido más mecánica, rutinaria, sacrificada y mucho menos interesante que la que ofrece esa imagen. Las crisis, la económica general y la particular del sector de la prensa, han provocado que esa idea romántica del periodismo se haya derrumbado. Se ha minado la credibilidad y se ha resentido la confianza; tanto la ajena como la propia.

En todo caso, en abstracto, el corporativismo es una actitud penosa, destinada a defender intereses comunes de manera acrítica. No es algo a reivindicar.

Sin embargo, en el caso del expolio a GARA, la reacción de la mayoría de la profesión ha sido impresionante. En general, la ola de solidaridad que este ataque arbitrario a la libertad de prensa ha generado en la sociedad vasca ha sido abrumadora. Por eso, antes de nada, el equipo que hace el periódico quiere agradecer este apoyo popular y reafirmarse en sus compromisos.

Una particular ilusión y alguna decepción

Dentro de eso, hay que subrayar y agradecer la solidaridad que, tanto en Euskal Herria como fuera de ella, han mostrado muchos profesionales de la información. Sin ánimo corporativista pero con una ilusión y orgullo particulares, la denuncia de los y las compañeras de la profesión está siendo emocionante.

Es evidente que ese apoyo no implica suscribir nuestros artículos, sino que defiende nuestro derecho a publicarlos y difundirlos. Denuncia un ataque a la pluralidad y pide que se nos deje trabajar en igualdad de condiciones. Esta solidaridad, en muchos casos desde la discrepancia más explícita, tiene un gran valor. Es una defensa de los derechos comunes por encima de los intereses particulares. Es, en este sentido, lo opuesto al corporativismo. Supone poner en valor la dialéctica que se crea en un ecosistema de medios sano y democrático. Sostiene la importancia del debate público y libre.

También ha habido silencios dolorosos. «Perro no come perro», afirma el dicho, y esta es una máxima de los medios de comunicación. Rara vez se habla del otro. En parte tiene sentido, porque a menudo lo que desde fuera de una redacción parece una gran negligencia o una confabulación no es más que una sucesión peregrina de errores. De tal manera que, quitando los actos evidentes de mala fe y la falta de profesionalidad sin excusa, no se suele señalar en otros medios aquello que quizás se encuentre uno en su casa al día siguiente. Y todo el oficio asume lo difícil de hacer periodismo hoy en día.

Otra cosa es no hacer periodismo. Por supuesto, se puede discrepar de las causas del expolio a GARA. Pero incluso si no se aceptase su motivación política, la pregunta periodística más básica volvería a saltar: ¿se haría lo mismo si fuese otra empresa, con el mismo número de trabajadores, con semejante deuda «irregular» y con estas condiciones? ¿Cómo se actuaría y escribiría si fuese un caso igual de excepcional, pero de otro ámbito?

El conflicto político vasco ha tenido muchos efectos perversos, y uno de ellos es la perdida de la elegancia, por así decirlo. No es muy grave, quizás, pero muestra una preocupante pobreza de espíritu.

«Aurrera, beraz»

En todo caso, se trata de una minoría que por miedo o ventajismo no quiere adaptarse. Lo vivido estos días muestra que el país está cambiando, y que lo está haciendo para bien en muchos aspectos. Esto no es consuelo, sino que obliga a un esfuerzo por estar a la altura.

La semana que viene concretaremos cómo pensamos hacer frente al reto de esta deuda ilegítima. Como prometimos, será mirando al futuro. Mientras tanto, a nuestros colegas y a todo el mundo: muchas gracias, moltes gràcies, moitas grazas… eskerrik asko!