Iker BIZKARGUENAGA
35 ANIVERSARIO DEL DISCO «HERTZAINAK»

EL AÑO EN QUE GASTEIZ SE VOLVIÓ PUNK Y EUSKAL HERRIA, TROPICAL

En 1984 Euskal Herria era un país en ebullición. También su escena musical, donde un surtido de grupos arrollaba inercias y arrullaba a una juventud ávida de nuevos sonidos y referentes. En la calle había rabia y fuego en los corazones. En ese fragor se publicó «Hertzainak», un disco definitorio del rock vasco y de una época irrepetible. Ya nada sería igual.

Si Hertzainak no hubiese existido, la escena musical actual sería la misma?». Con esa pregunta inicia nuestro compañero Pablo Cabeza el prólogo del libro “Hertzainak. La confesión radical” (1993), escrito por Pedro Espinosa y Elena López, que partiendo de un sinfín de testimonios pone negro sobre blanco la historia de uno de los grupos más determinantes de la historia reciente de nuestro país. La respuesta, claro, es «no».

Sin Hertzainak no se puede entender la escena vasca de las siguientes décadas, y tampoco la de aquellos años 80 que hicieron de nuestro país una referencia internacional, «uno de los revulsivos más importantes acontecidos en el mundo de la música», según dijo Fermin Muguruza en una entrevista a “Ladinamo”. No exageraba. Puede decirse que en aquellos años se produjo la tormenta perfecta, en la que el contexto social acompañó a una ruptura generacional, a la necesidad vital de una juventud que ya no se identificaba con lo que habían oído sus mayores y que se empapaba de todo lo que le llegaba. Las condiciones estaban dadas.

Un antes y un después

Y como las condiciones estaban dadas, en poco tiempo surgieron grupos que todavía hoy muchos jóvenes enumeran de carrerilla –Kortatu, Barricada, La Polla Records, Zarama, RIP...– y nacieron joyas como «Hertzainak». Aunque fuera con fórceps. «El proceso fue arduo. Hertzainak no era un grupo fácil. Su dedicación era muy intensa, lo cual hacía que cualquiera de sus acciones también lo fuera», explica Marino Goñi, productor del disco y arquitecto de un movimiento musical que sacudió inercias y convenciones.

Aquel fue el primer disco del grupo, que fue ensalzado por la crítica y por un público que no tardó en incorporar sus canciones al repertorio fiestero, pero también al combativo y contestatario. Porque su música electrizaba y sus letras eran ganchos capaces de tumbar lo mismo un cliché que un sistema.

«En contraste con otros grupos Hertzainak era un grupo ‘adulto’», señala Goñi, quien evoca que ellos en Gasteiz y él en Iruñea, «vivíamos en ambientes parecidos, lo que me hacía entender tanto sus tendencias musicales como lo que representaban sus letras. Nunca tuve ninguna duda de que estaba delante de un gran grupo y que su primer disco representaba un antes y un después en la música popular vasca».

“Eh txo!”, “Pakean utzi arte”, “Kontrola!”, “Si vis pacem”, “Kamarada”, “Ta ezer ez da berdin”, “Infernuko atean”, “Sigarrillos amariyos”, “Drogak AEKn” y “Arraultz bat pinu batean” conforman ese disco. Al menos media docena han alcanzado estatus de himno, y en conjunto constituyeron un sonoro aldabonazo. «Entonces pensaba que era un disco que reflejaba, bastante amargamente, lo que estábamos viviendo. Vivíamos bastante al día, y pensaba que serviría para definir una época y su estado de ánimo, y poco más», añade Goñi, indicando que «lo curioso es que las circunstancias de vida fueron cambiando con los años, las modas musicales también, y sin embargo siguió siendo un disco de cabecera para mucha gente que vino después». Porque, apostilla, «este disco es la música de los que estábamos rabiosos con la transición, es un poco el reflejo del proceso político que nos ha tocado vivir a una generación. Por eso tiene tanta relevancia».

Gasteiz pasó a mirar a Brixton sin complejos, y el punk entabló una relación fértil con el euskara, ese idioma que Unamuno propuso «enterrar con piedad filial» y medio siglo después le respondía con la cresta enhiesta.

Sería injusto reducir la trayectoria de Hertzainak a ese disco, pues algunas de sus canciones más sonadas llegaron después, como “Eutsi gogor!”, “Egunero”, “No time for love”, “Salda badago”, “Bi minutuero”, “564” y, cómo no, “Aitormena”, que en 1989 lanzó al grupo a una nueva dimensión. Pero sin duda aquel primer trabajo abrió el camino a machetazos. Qué menos en un país que de un día para otro se nos había vuelto tropical.