Ramón SOLA
DE 1991 A 2019

Unos tormentos recogidos hasta por cinco forenses

La discusión técnico-jurídica queda abierta, pero curiosamente sobre las torturas hay pocas dudas. Aunque nunca fueran investigadas, el testimonio de Fuentes lo recogieron –y constataron– en su día hasta cinco forenses. Y también le dio credibilidad el juez británico que estudió la euroorden española hace cinco años.

Si estas torturas han quedado impunes, no es precisamente por que su víctima, Raúl Fuentes, se hubiera callado. Retrotrayéndose al momento de la detención, en junio de 1991, se comprueba que hasta cinco forenses recogieron su testimonio mientras aún permanecía incomunicado. Y más aún, aportaron detalles médicos que corroboraban lo que contaba.

Así, el mismo día del arresto, por la tarde, una forense de Bilbo explica que el arrestado «se muestra con ansiedad intensa y taquípnea» mientras detalla «haber recibido golpes con mano abierta, así como con pie. Refiere asimismo contusión con puño en abdomen y que le han presionado con lápices en pliegues interdigitales de mano izquierda». Se trata de la famosa «tortura de los lápices» aplicada en la época en la comisaría de Bilbo, según numerosos testimonios, incluido el de otros arrestados en esa misma redada. Es una práctica aparentemente «blanda», que apenas deja huellas físicas pero provoca tremendos dolores.

Un día después, otro forense explica que Raúl Fuentes denuncia golpes en la cabeza y constata, además, «paréstesis» en dos dedos, compatibles con el tormento provocado con los lápices. Una tercera médico confirma después esta lesión; la cuarta (ya en el cuarto día de la incomunicación) eleva su gravedad; y la quinta, ya en la Audiencia Nacional, lo certifica igualmente.

Llevado ya ante Baltasar Garzón, titular del Juzgado de Instrucción número 5 de la AN, Fuentes refirió igualmente que había sido torturado y detalló los golpes, la colocación de una metralleta en la sien y el suplicio con los lápices. Garzón no hizo nada al respecto, ni siquiera cuando quedó en evidencia que otros detenidos en la misma operación (Germán Urizar, Jon Mirena Sampedro y Asier Kintana) presentaban lesiones muy similares a las suyas. Lógicamente, esta inacción es el desencadenante de la actual declaración de prescripción.

En londres, también

Pasados ya 23 años de aquello, tras su detención en Inglaterra Raúl Fuentes tuvo que hacer frente a la euroorden presentada por Madrid y que finalmente desembocaría en su extradición y excarcelación. Y en este punto del proceso volvió a aparecer la cuestión irresuelta de aquellas torturas tras la detención.

Al analizar su caso, en una resolución de julio de 2014 el juez del Tribunal Superior de Justicia de la División del Tribunal de la Reina Justice Foskett expuso la siguiente conclusión: «A la vista de esta documentación, queda admitido que [el recurrente] se quejó a los médicos, cuando fue examinado, de que había sufrido maltrato por parte de la Policía durante el primer y segundo día de su detención. Cuando declaró ante el Juzgado el 10 de junio de 1991 se hicieron alegaciones sobre el maltrato recibido por parte de la Policía, había evidencias médicas que apoyaban sus declaraciones, en concreto en relación con ‘tratamiento con el lápiz’, y nadie ha sugerido ninguna explicación inocente que pudiera justificar las heridas».

Sigue señalando el juez Foskett que «considerando los informes del CPT [Comité para la Prevención de la Tortura], las denuncias del recurrente en esa época, la evidencia de las heridas puestas de manifiesto por el médico en su momento y el testimonio del recurrente ante este tribunal, estoy convencido (por las pruebas que he examinado) de que es más probable que no probable que sufriera lo que he denominado el ‘tratamiento con el lápiz’».

El juez británico introduce únicamente la salvedad de que esta última práctica quizás no deba considerarse técnicamente como tortura, sino como «un maltrato manifiesto al que no se le debería haber sometido». En el caso de Igor Portu y Mattin Sarasola, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos también ha evitado en su condena al Estado español citar ese término, sustituyéndolo por el eufemismo de «trato inhumano».

Tras la extradición y la condena de la Audiencia Nacional a 50 años de cárcel por un intento de atentado de ETA, Raúl Fuentes Villota cumple hoy condena en la cárcel de Alacant. Y desde allí, casi 28 años después, persevera para que su tormento de 1991 sea al final admitido por un tribunal. Si el TC no lo hace, se abrirán seguro otras vías en el ámbito internacional.