Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «The Prodigy»

Este chico es un diablo

Nada nuevo bajo el sol. El tercer largometraje de Nicholas McCarthy responde fielmente a las pautas establecidas dentro del cine de terror actual a propósito de la temática del niño diabólico, del mismo modo que en sus anteriores “El pacto” (2012) y “Home” (2014) lo hacía con respecto al subgénero de las casas poseídas. Pero no hace falta cargar las tintas en la realización, porque prefiero centrarme en el guionista de moda Jeff Buhler, que se ha hecho un nombre a fuerza de trabajar sobre materiales preexistentes, por eso ha escrito sendos remakes de “Cementerio de animales” y de “La escalera de Jacob”, que pronto veremos. Lo que hay que reconocerle es que debe de tener una buena colección de clásicos del género en casa, a juzgar por todas las películas de las que toma prestadas ideas e incluso escenas enteras. Sin necesidad de enumerar estrenos recientes con parecidos razonables, como por ejemplo “Hereditary” (2018) de Ari Aster, voy con el listado por orden cronológico de títulos de culto fusilados: “La semilla del diablo” (1968) de Roman Polanski, “El otro” (1972) de Robert Mulligan, “El exorcista” (1973) de William Friedkin, “Las dos vidas de Audrey Rose” (1977) de Robert Wise, “Shock” (1977) de Mario Bava y “Muñeco diabólico” (1988) de Tom Holland. Y ya como colofón, y a modo de broma, me permito incluir también “Este chico es un diablo” (1990) de Dennis Dugan. Por descontado que no hace falta haber visto todas estas películas para que “The Prodigy” (2019) resulte predecible en su desarrollo argumental, ya que cualquier espectador neófito intuirá desde el principio lo que va a pasar a continuación, salvo si algún susto le pilla de sorpresa por culpa del repentino golpe de efecto de sonido a todo volumen. En cuanto al rol materno asumido por Taylor Schilling, viene a coincidir de forma puramente casual con el fenómeno creciente de las “malas madres” o de las “madres arrepentidas”. Claro que en su caso nadie, ni las mentes más conservadoras, la culparían de tener la sensación de estar criando a un monstruo, una vez sentado que no es un fallo suyo, sino consecuencia de la reencarnación de un asesino.