Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Pastel vasco

El director de comedias Fabien Onteniente, que lleva cerca de una docena de años afincado en esta tierra, entiende que la identidad, como las emociones, son intransferibles y no pueden ser separados del lugar al que pertenecen. “Un pastel vasco en París no sabe igual”, resume, en lo que es toda una declaración política frente a una dinámica, ya estructural, en la que no solo se pretende exportarlo todo, sino acapararlo todo. Y en ese acaparar los Estados llevan años de experiencia: si el pastel es vasco, ya es francés, aunque en París no sepan a qué sabe, ni mucho menos de qué está hecho, ni siquiera si realmente existe. Y es tan absurda esa dinámica que en Madrid el mismo pastel vasco es, de por sí, español, simplemente porque es vasco. El pasado sábado, en las postrimerías del concierto que conmemoraba el 50 aniversario de Seaska, unos jóvenes salieron del recinto con un enorme pastel vasco en la mano que ofrecieron a todo el que quiso probar, porque aquí, no se sabe por qué circunstancias de la historia, existe la costumbre de compartir, incluso con el desconocido.

Desde París y Madrid, sin embargo, por otras circunstancias históricas, no solo los pasteles son mucho menos apetitosos, sino que además no tenemos otra opción que comérnoslos por turnos, como ahora el próximo 28 de abril. Como si su pastel fuera nuestro. Que se lo coman ellos.