Ingo NIEBEL
AñO ELECTORAL CRUCIAL EN ALEMANIA

La AfD y su dilema de adaptarse al sistema o afrontar sanciones

El servicio secreto interior (BfV) considera a Alternativa para Alemania (AfD) «un caso a examinar». Guste o no, la AfD es un partido legalmente constituido que se distingue de las otras formaciones ultras y neonazis por el simple hecho de que es la tercera fuerza política a nivel nacional, y la segunda en algunos länder.

El año 2019 será decisivo para la AfD, que asfronta una docena de elecciones regionales claves, sin olvidar las europeas. Después de haber concluido su fase de consolidación, que en 2018 completó su presencia en los parlamentos de todos los 16 estados federales, ahora está por ver si el partido podría ser primera fuerza en uno de ellos. Los sondeos de principios de año invitaban a pensar en ello aunque por ahora el auge de la AfD pierde fuelle.

Para evitar que el partido fundado en 2013 se recupere, la Gran Coalición de la canciller demócrata cristiana, Angela Merkel (CDU), ha emprendido una serie de pasos. Su ministro de Interior, el social cristiano Horst Seehofer (CSU), ha ordenado estudiar si funcionarios pueden ser miembros de la AfD o de otra organización extremista sin incurrir en alguna incompatibilidad con su trabajo. Seehofer espera tener un resultado en cuatro u ocho semanas.

Ya a mediados de enero, el servicio secreto interior (BfV), adscrito al ministerio de Seehofer, anunció que considera la AfD «un caso a examinar. Además de al contraespionaje, el BfV se dedica a investigar actividades contra el orden constitucional. Respecto a la AfD tiene la «sospecha» de que su ala más a la derecha y su organización juvenil, la Joven Alternativa (JA), actúan contra la constitución. Después de conocer dicha decisión, el partido ha tomado medidas legales para que la Justicia obligue al BfV de dejar investigarlo porque eso, aduce. obstaculizaría su trabajo político.

Los pasos del Ejecutivo no sorprenden porque responden a una estrategia sobradamente conocida en la reciente historia alemana. Para no ilegalizar un partido, el Estado alemán ha elaborado una serie de instrumentos políticos y legales para hacerlo compatible con su sistema. En esa purgación interna, la formación en cuestión se separa de sensibilidades y personas que el Estado considera peligrosas. Al final queda un remanente que, a pesar de que siga manteniendo ciertas diferencias, sirve incluso para reformar el sistema político. Así, se evita que crezca una fuerza que tienda a revolucionarlo desde fuera.

Por este proceso pasaron en los años 80 y 90 los ecologistas Verdes, divorciándose de sus alas izquierdista y pacifista. Después le siguió el Partido del Socialismo Democrático (PDS) antes de formar con descontentos socialdemócratas el Partido La Izquierda (die Linke). Ahora le toca el turno a la AfD.

En su actual estado aún no es apta para ser socio de la CDU. A ambos partidos les separa ante todo el ala «nacionalderechista», que compite con la nacionalconservadora y euroescéptica en el seno de la AfD. Sus vínculos ideológicos, políticos y biológicos con el espectro xenófobo, representado por el movimiento Pegida, el tradicional ultraderechismo o el neonazi Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) son sobradamente conocidos. Sin olvidar los medios de comunicación e intelectuales que han creado un universo paralelo al que ya no llegan los mensajes de los partidos tradicionales y sus medios.

Hoy por hoy la AfD constituye con sus diputados la cuerda de transmisión que lleva a las instituciones las opiniones de sus bases y los movimientos polifacéticos a su alrededor. A ello se añaden los contactos con el ultraderechismo europeo, especialmente con Austria. En Viena su par es el Partido Liberal de Austria (FPÖ), que forma gobierno con el mayoritario Partido Popular Austríaco (ÖVP).

Para que exista un base para semejante bipartito de la CDU con la AfD, esta última ha de deshacerse de su ala ultra, personificada por el jefe del comité regional de Turingia, Björn Höcke. El profesor de instituto se destaca por una retórica que recuerda mucho a la del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels. Sin embargo, Höcke sabe expresarse de tal manera que no se le puede imputar por apología al nazismo. Hombres como él atraen a aquellos que antes o se abstenían o votaban al insignificante NPD.

No obstante, la presión desde el Estado y las inevitables intrigas internas han hecho, que el exlíder del comité regional de Sajonia-Anhalt, André Poggenburg, dejara la AfD.

En enero presentó su escisión, el «Resurgimiento de Patriotas Alemanes» (AdP). Dado que se identifica con el aclano, la flor azul que enarbolaban los nazis austríacos durante su ilegalización, el AdP se ubica a la derecha de la AfD. Si va a emular el papel que Vox tiene en el Estado español depende de que en otoño concurra a los comicios regionales. En 2016 Poggenburg entró con la AfD como segunda fuerza al hemiciclo de Sajonia-Anhalt. Pero perdió pie por supuestos delitos ligados a su actividad empresarial y porque no camufló ni su xenofobia ni su cercanía a las ideas nazis.

Mientras la CDU se desmarca de la política migratoria de Merkel y vuelve a una línea más restrictiva y cercana a la AfD.