Dabid LAZKANOITURBURU

«No, primera ministra»

Pintar canas permite haber podido visionar en los 80 la impagable serie «Si, ministro». En sus 38 capítulos, producidos por la BBC, los funcionarios del recién nombrado titular de Asuntos Administrativos se dedican a torpedear su labor –a veces con razón, otras por puro divertimento–, mientras le dan palmaditas en la espalda.

El culebrón sobre las votaciones del Brexit trae a la memoria los diálogos surrealistas de la serie. Y no solo porque ambos condensan lo mejor del humor británico.

La secuencia de esta semana ha consistido en una sucesión de desplantes a la primera ministra, Theresa May, que ha culminado, eso sí, con una victoria pírrica con la que la inquilina del número 10 de Downing Street gana cuatro días para intentar coronar la que es su única estrategia: el miedo al abismo.

El martes, el ala brexiter conservadora rechazó por segunda vez  y forzó otra derrota casi igualmente abrumadora al acuerdo de salida negociado por May con la UE.

El miércoles, su gobierno la desutorizó y permitió la aprobación de una moción que va mucho más allá en el rechazo al «no deal» (Brexit a la brava) de lo que pretendía la primera ministra, reduciendo aún más su margen de negociación.

Pero la sorpresa estuvo a punto de llegar el jueves cuando, por escasos dos votos, no prosperó una enmienda parlamentaria para arrebatar a May el «des-control» del proceso.

Solo habría faltado que los Comunes hubieran votado contra la propuesta de May de pedir una prórroga de tres meses en la entrada en vigor del Brexit, prevista para el 29 de marzo.

La primera ministra ha logrado salvar los muebles pero, conviene no olvidarlo, 188 diputados tories, incluidos ocho ministros de su gabinete, votaron en contra de su propuesta. Destaca entre estos últimos el propio secretario de Estado para el Brexit, Stephen Barclay, quien no tuvo empacho alguno en defender la prórroga para votar luego en contra de ella. «Si, primera ministra» en estado puro.

La cuestión va más allá de la correspondiente carcajada porque la prórroga aprobada por el Parlamento está vinculada a que la Cámara apruebe, a la tercera va la vencida, el acuerdo negociado por May en Bruselas y rechazado categóricamente tanto en enero como el pasado martes.

La primera ministra confía en que los brexiters y los unionistas del DUP noirilandés levanten su veto y avalen su propuesta como mal menor. Y es que, de persistir el actual bloqueo, la prórroga en la fecha de salida de la UE podría ser de un año, e incluso más, obligando a Gran Bretaña a dar marcha atrás y a participar en las elecciones europeas del 26 de mayo.

May lo fía todo a que los que hasta ahora le han dicho «No, primera ministra», ante el abismo de que finalmente no haya Brexit. Estaríamos, en este caso, ante una reedición, en sentido opuesto, de la famosa serie de los años 80. «No, primera ministra», para al final decirle que sí.

Otra cosa es que la UE, que tiene la última palabra, no termine harta de semejante dosis de humor británico y acabe imponiendo sus condiciones, e incluso su calendario, a May, al Gobierno y al Parlamento británicos.