Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Háblame de ti»

De la oratoria del poder a la palabra llana

Son muchísimas las veces en que un buen actor salva de la quema una película con su sola presencia, y en la carrera de Fabrice Luchini dicha circunstancia se ha dado en más de una ocasión, pero nunca de forma tan clara y rotunda como en “Un homme pressé” (2018). Él es el que pone inteligencia en el retrato central, mientras que el debutante como director en solitario Hervé Mimran, cuyos dos largometrajes anteriores fueron codirigidos por Géraldine Nakache, se limita a dejarle hacer confiando en su gran oficio.

La versión doblada al castellano, retitulada “Háblame de ti”, no vale un pimiento y dejará frío al público. En cambio la original está llena de juegos de palabras intraducibles, que Luchini domina a placer con su dicción siempre culta que aquí traiciona por imperativo del guion, el cual le obliga a tardamudear, a ser un disléxico y a dar patadas al diccionario. Dichos trabalenguas resultan muy graciosos puestos en su boca, y son sin duda lo mejor de los cien minutos de la sesión.

De Luchini depende igualmente el que esta historia no se convierta en un prototípico proceso de redención, porque nunca cae en el lamento inútil o el tono llorón. Todo es mucho más sencillo, y se trata de que a veces un grave accidente o una repentina enfermedad nos permiten reflexionar y aprovechar la lección de humildad que se derivan de un cambio forzado en nuestras vidas.

El Luchini desagradable del principio termina convirtiéndose en una persona amable y considerada, sin más. Luego se puede extraer la lectura crítica correspondiente sobre el capitalismo deshumanizador, pues por algo la película se basa en la autobiografía de Christian Streiff, un CEO de la Peugeot al que un ictus le dejo casi sin habla y sin memoria.

Claro que Luchini no está solo, y tiene como compañera de reparto a Leïla Bekhti en el papel de su logopeda, según un esquema de pareja interracial tomado de la exitosa comedia “Intocable” (2011), más las inevitables referencias a “El discurso del rey” (2010). En última instancia no es una cuestión de recuperar la oratoria del poder, sino la palabra llana.