Amaia U. LASAGABASTER
FÚTBOL

Libias y futbolistas, de un sueño roto a una lucha por el futuro

Fadwua, integrante del primer proyecto de selección libia, ha visitado Bilbo esta semana. Allí ha contado la complicada realidad a la que se enfrentan las mujeres futbolistas en su país.

«Perdí un sueño y tuve que construir otro». Lo dice Fadwa. Pero podrían ser Nama, Asia, Rasha o Halima. Todas ellas tienen algo en común, son mujeres, son libias y son futbolistas.

Como a muchos en su país, la «primavera árabe» les llenó de ilusión. Pero unas y otros descubrieron pronto que la nueva Libia tampoco era la que habían soñado. Milicias armadas que luchan por el poder, empobrecimiento de la población, lectura radical del Islam... Y las mujeres doblemente castigadas.

El periplo de este grupo de futbolistas, que soñaron con vestir un día la camiseta de la selección y se dieron de bruces con una realidad a la que, sin embargo, han sido capaces de burlar, lo recoge la directora anglolibia Naziha Arebi en el film «Freedom Fields», exhibido esta semana en el Thinking Football Film Festival, que por séptimo año consecutivo ha organizado la Fundación Athletic. Junto a Arebi ha visitado Bilbo Fadwua. Fadwua a secas, sin imágenes, sin apellido. Porque ser futbolista en la Libia de 2019 es una elección de riesgo.

A Fadwua siempre le ha gustado el fútbol. «Lo practicaba desde niña, como mi hermano, me gustaba el deporte». También le gustaba estudiar. «Fui a la facultad y me licencié como Ingeniera petrolífera». Eran sus dos sueños y ambos desaparecieron casi tan rápido como los alcanzó, coincidiendo con la revolución. «Empecé a trabajar en una compañía importantísima pero, debido a la situación, tuvo que abandonar el país. Me quedé sin trabajo y sé que nunca voy a volver a trabajar como ingeniera petrolífera en Libia».

Algo parecido sucedió con el fútbol. Fadwua y su equipo trabajaron codo con codo con la Federación libia. Pese a los mensajes de los grupos islámicos más radicales, se convirtieron en el equipo nacional. Pero, en vísperas de viajar a Alemania para disputar su primer partido, la Federación decidió cancelar el proyecto. Por miedo, porque «realmente no creían en ello, se acabó». «Fue un momento muy duro, el más duro de mi vida, había perdido mis dos sueños, caí en un pozo sin fondo», confiesa Fadwua.

Pero volvió a la superficie «gracias a mis compañeras». El grupo no se rindió. Volvió a reunirse y, superando todos los obstáculos, volvió a convertirse en un equipo. No era la selección pero, en 2015, disfrutó de la recompensa a todos sus esfuerzos. Como «equipo privado» de Trípoli, y junto a escuadras de Egipto, Jordania, Líbano, Palestina y Alemania participó en el Torneo de Fútbol femenino «Our game, our goals», organizado en Beirut por la asociación «Discover Football». Para muchas fue su primer viaje al extranjero.

Pero tampoco aquello acabó bien. La Federación libia quiso formar parte del proyecto, aparentemente con más intereses económicos y publicitarios que convicción y las futbolistas dijeron basta.

Hera

Fue el fin de aquella suerte de selección. Pero también fue el comienzo de «un nuevo sueño». En el Torneo de Beirut, Fadwua y sus amigas no sólo jugaron a fútbol. «Constatamos que el fútbol es más que un deporte, algo más que una afición que nos gusta practicar. Por un lado forma grupos humanos, como el nuestro, con unos lazos de unión increíbles que superan las barreras de las razas, las creencias o los entornos sociales. Las dificultades se superan más fácilmente así», explica. Además, «participamos en talleres con niñas, en los que se les enseñaba a jugar a fútbol. A hacer lo que querían hacer».

Aquel torneo encendió una chispa. Y un nuevo objetivo para el equipo de Fadwua, que los obstáculos que ellas encontraron en su camino desaparezcan para las nuevas generaciones. Así nació «Hera», una ONG que promueve el fútbol entre las niñas libias.

Siguen teniedo que hacer frente a «la ignorancia, que es nuestro peor enemigo», de ahí que opten por «un perfil bajo, no podemos sacar mucho ruido». Pero el proyecto funciona. Recorren las escuelas en busca de niñas a las que les guste el fútbol «y es realmente sorprentende cuántas chicas quieren jugar a fútbol. Les encanta».

Hasta ahora tenían que hacerlo en casa, en la calle, a escondidas en muchos casos. Hera les da la oportunidad «de hacerlo de forma más estructurada. Entrenamientos, planificación, les enseñamos...». Incluso han limado asperezas con la Federación, que ve en su trabajo el embrión de una estructura más ambiciosa en el futuro.

Pero el equipo de Fadwua no sólo «pensamos en el fútbol, en la selección, en preparar jugadoras. Va mucho más allá». «Estas niñas están jugando a fútbol porque quieren hacerlo. Es una forma de empoderamiento. Incluso a nivel exclusivamente físico. Conocen su cuerpo, desarrollan su fuerza, saben de qué son capaces. Nadie puede decirles que son débiles, que no pueden hacer algo». Y, como descubrió la propia Fadwua en su día, «interiorizan todos los valores del deporte, en este caso del fútbol. El compañerismo, el sacrificio, el espíritu de equipo, el respeto por el rival, el trabajo duro para alcanzar un objetivo. Alguien que aprende eso será más fuerte. Y alguien que aplica eso ayudará a que éste sea un mundo mejor».