Alberto PRADILLA
Elkarrizketa
ISMAEL MORENO
SACERDOTE HONDUREñO Y DIRECTOR DE RADIO PROGRESO

«Los migrantes experimentaron que el capitalismo les ha abandonado»

Ismael Moreno, más conocido como el «padre Melo», ha conocido la represión y la violencia en Centroamérica desde joven. Director de Radio Progreso, afirma que las caravanas de migrantes sorprendió a los propios movimientos sociales.

El sacerdote Ismael Moreno, conocido por todos como el «padre Melo», es una institución en Honduras. Nacido en Progreso, departamento de Yoro, en el norte del país, es un religioso de 61 años que ha conocido la represión y la violencia en Centroamérica desde joven: fue alumno de Amando López e Ignacio Ellacuría, jesuitas muertos por el Ejército en El Salvador en 1989. También era amigo de Berta Cáceres, la ambientalista fallecida a tiros en 2016. Actualmente dirige Radio Progreso y es una de las voces más contundentes contra el Gobierno de Juan Orlando Hernández. Reconoce que las caravanas migrantes pillaron a contrapié a los movimientos sociales y analiza el éxodo masivo como una paradoja: gente que se siente abandonada por el capitalismo y que se juega la vida para reclamar su pedazo de consumo.

¿Por qué huyen de Honduras?

El detonante de la migración masiva se dio en la última década del siglo XX, con la implementación del modelo neoliberal a rajatabla. Se cerró el enclave bananero y se abrió el neoliberalismo a partir de la oferta de la maquila y la diversificación a la agroindustria. Sobre todo, llevó a cerrar definitivamente el campo como posibilidad de desarrollo para la sociedad hondureña. En la última década del siglo pasado tuvimos una migración enorme del campo a la ciudad. Con el modelo neoliberal comenzó la huida hacia Estados Unidos porque la maquila no resolvía la demanda de empleo para la población móvil que emigraba del campo a la ciudad. Se acrecienta con el huracán Mitch, cristaliza la migración del campo a la ciudad producto del achicamiento del Estado y los beneficios de las multinacionales. Esto culmina en 2004 con la firma de los tratados de libre comercio, que lleva a que la mediana y la pequeña empresa pierda capacidad de competencia con las grandes. Esto hace que la migración hacia Estados Unidos se convierta en un fenómeno masivo.

¿Y la violencia?

Sí, esto coincide con la violencia. Está el narcotráfico, las pandillas juveniles se convierten en extorsionadores del camino. Y luego viene el golpe de Estado de 2009. Esto hace que la migración sea masiva y familiar. Se expresa en 2013 y 2014 con la llamada crisis humanitaria y de forma masiva con las crisis de las caravanas en 2018. Hablamos de un proceso continuo de salir del país que tiene una razón fundamental en el modelo neoliberal que achica el Estado y el Estado acaba siendo controlado por mafias donde la ley del mas fuerte es la que acaba definiendo la institucionalidad. La población queda más indefensa.

¿Qué responsabilidad tiene Estados Unidos?

A comienzos del siglo XX llegaron las compañías bananeras, particularmente a la costa norte. Montaron una economía de Estados Unidos en Honduras. Esa economía estaba acompañada de comportamientos, de elitismo, racismo, colonialismo. Para la primera mitad del siglo pasado se había consolidado la idea de que no había arreglo posible sin los gringos. Ellos eran la encarnación de la idea de que en Honduras tenemos un dios, que está arriba y soluciona todo. Los de abajo tenemos que esperar que de arriba nos lleguen las respuestas. Y solo lo de arriba es lo bueno. Ese es el enclave. Y el enclave se hizo cultura. El agua te la ponía la compañía bananera, la electricidad, la limpieza del solar, las tiendas, la salud, la educación y, por supuesto, el salario. De pronto, la compañía bananera comenzó primero a diversificarse y, en el 90, se va. Se fue la compañía bananera y nosotros nos quedamos esperando al retorno. Vivimos esperando al eterno retorno de las bananeras, pero como ellos no regresan, vamos a buscarlos. Este es un factor que debemos indagar. Hay un desprecio hacia nuestra propia realidad. La población que se va tiene unos rangos de ser pobres, pero además es una mentalidad conservadora. Es una población que no quiere cambiar el sistema capitalista, no le interesa lo político, sino que se va porque experimentaron que el capitalismo los abandonó. Pero ellos quieren el dólar porque quieren consumir. Quieren ser incluidos en el sistema. Como aquí no hay posibilidades de inclusión en ese sistema, se marchan. Son factores que contribuyen al desempleo, a la inseguridad y a la violencia, pero la violencia, la inseguridad y el desempleo explican, pero no son la única explicación. Están esos otros factores de la lógica cultural del enclave. Enraizarse en Honduras nos dejó la mentalidad de que no valemos por nuestra propia cuenta, de que no tenemos la solución y que hay que buscarla ahí arriba, en el norte, donde están los gringos, donde está el dólar, lo que permite consumir y ser incluido en el sistema.

¿Las caravanas no son una repolitización de la migración?

No. Pueden llegar a serlo.

Existe una visibilidad gracias a una gran acción de desobediencia civil.

Bueno, en tanto que es una dimensión pública de los migrantes, puede convertirse en algo político, y creo que es una tarea nuestra. El origen de la caravana es la agrupación individual, miles de individualidades que se juntan para autoprotegerse. Pero, al final de cuentas, los demás no me importan.

Pero el camino también cambia a las personas que toman parte en la caravana.

Es una oportunidad para la politización, pero el origen es la individualización de autoprotegerse. Ahí puede surgir la solidaridad que no estaba en el comienzo. Porque el camino transforma. Puede ser que al principio me preocupe solo de traer la comida para mi y mi familia, pero luego en el camino descubro que aquel necesita tortillas y le comparto mis tortillas. La caravana es un factor de reencuentro, de individualidades a partir de necesidades comunes. No sé si al final esto va a tener una duración o volveremos al espacio individual. Ahí esta el papel de los organismos políticos, sociales, de derechos humanos, para que en el camino no solamente me reencuentre con los demás, sino que se desarrolle más la politización.

La huida masiva es una forma de dar por desahuciado a tu propio país. ¿Se trata de un fracaso de las organizaciones políticas y sociales?

Creo que en general es un fracaso social y político de toda la sociedad. Las caravanas son la expresión del desencanto, se acumula la desesperanza. Las primeras sorprendidas somos las organizaciones sociales y políticas. Nos encuentran fuera de lugar. Eso significa que las aguas de la política, de las ONG y de las organizaciones de derechos humanos caminan por un cauce y las de la supervivencia de la población, la realidad de la población, van por otro cauce. Eso me quedó clarísimo. Las manifestaciones más o menos espontáneas, como los indignados de 2015, agarró por sorpresa a las organizaciones sociales. Hubo un Bartolo Fuentes por ahí en las caravanas (diputado de Libre al que se acusa de haber promovido la marcha de octubre de 2018), pero en general al conjunto nos agarró por sorpresa. El movimiento social y político en Honduras somos de cúpula, pero sin pueblo. El pueblo va por otras vías.

Con el nuevo Gobierno de Andrés Manuel López Obrador parece que cambian algo las cosas para los migrantes centroamericanos.

México se convierte en un buen lugar de espera.

Pero es un lugar peligroso y la gente quiere ir a EEUU.

Pero el hecho de que haya un gobierno distinto, con una oferta de visa humanitaria que no había antes, da tranquilidad a la población y aumenta el deseo de la gente de salir. Pero no creo que vean a México como lugar de permanencia prolongada.

Cientos están esperando en Tijuana, con índices de homicidios superiores. De hecho, esta localidad fue declarada la más violenta del mundo en 2018.

La violencia aquí la sufren, pero la salvación está lejos. En Tijuana, la salvación está cerca. Hay mas posibilidades de llegar a Estados Unidos estando cerca de la frontera. Porque la gente se va por la violencia, pero mayoritariamente se van por una debilidad económica.

Usted como sacerdote, ¿cómo cree que ha respondido la Iglesia ante este éxodo?

Igual que a las organizaciones humanitarias, le ha agarrado por sorpresa. La institucionalidad social de la Iglesia se ha montado para dar respuestas pequeñas y solo de asistencia. La realidad de las caravanas ha desbordado cualquier capacidad institucional de las iglesias. Quitando esfuerzos individuales, como institución, la Iglesia sigue estando ausente a la hora de hacer un acompañamiento serio a la población migrante.

Hace menos de dos años que hubo elecciones, que ganó Juan Orlando Hernández en medio de protestas por fraude. Desde entonces, la oposición se ha agrietado y Hernández sigue en el poder, apoyado por Estados Unidos. Al mismo tiempo, seis de cada diez hondureños son pobres y las cifras de homicidios siguen disparadas. ¿Hay futuro en Honduras?

Necesito creer en el futuro. Yo sigo aquí y no voy a migrar. Tampoco veo perspectivas que responsablemente me hagan creer que la gente no se va seguir yendo. Las cosas van a peor y previsiblemente en los próximos años van a ir a peor. Necesito creer en el futuro, pero creo que al menos en los próximos tres años, la migración hacia Estados Unidos va a aumentar. Ni los gringos están dispuestos a cambiar, ni los políticos en Honduras, ni los empresarios. ¿Podemos esperar que cambie la población? No. Vamos hacia el avance del deterioro. Debemos cambiar para mover el timón, una institucionalidad que le apueste al menos a programas y políticas agrarias, de empleo, educación y salud. Una institucionalidad en la que funcione mínimamente la justicia. Inversión en el agro, en la salud, en la sostenibilidad de la justicia, para que podamos decir que en el mediano plazo pueden abrirse oportunidades para que la población no se siga yendo.

EEUU es el destino de este éxodo. ¿No es también lógico que quienes se sienten marginados en Honduras vayan a reclamar a quien hizo y deshizo en la región desde hace décadas?

Lo que ocurre es que no son conscientes. El Gobierno de Estados Unidos, el de antes y el de ahora, siguen convencidos de que la gente tiene que quedarse acá, pero siguen apoyando al Gobierno y las estructuras responsables de la expulsión y apoyando a las políticas de seguridad que atentan contra la seguridad de la población hondureña. La gente está poniendo en su territorio los problemas que Estados Unidos creó en territorio hondureño.