Martxelo Álvarez e Itziar Sánchez
Miembro de Ahaztuak 1936-1977 y vecina de Muskiz
KOLABORAZIOA

Memoria de Muskiz

Era aquel 12 de abril de 1931 el que ayer estaba en nuestra memoria. La foto que presidió el acto que celebramos era una puerta abierta que a través de la mirada de aquellos hombres, de Nicasio Mera y de quienes lo acompañaban, nos traía los ecos de aquel día en que el pueblo –el de Muskiz y todos los demás– fue realmente soberano. Nicasio, junto con Julián, Godofredo, Joaquín, Jose, Mariano, Juan José, Telmo y Felipe fueron los que aquel día asumieron la responsabilidad de hacer realidad la voluntad de las personas que en su localidad les habían votado, comenzando por aquel deseo de dejar de ser súbditos para pasar a ser ciudadanos, deseo que aquel 12 de abril refrendarían en las urnas decenas de miles de personas de todo el Estado, deseo que ya habían rubricado con su determinación y su sangre los dos hombres cuyo rostro aparece en el retrato que preside esa primera foto de la Corporación recién elegida: los capitanes Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernández, protagonistas de la sublevación de Jaca del 12 de diciembre del año anterior y fusilados por ello. Aquel pronunciamiento contra la Monarquía de Alfonso XIII que se había iniciado con la proclamación de la II República desde los balcones del Ayuntamiento de Jaca, con el nombramiento de la primera alcaldía republicana, se convertirá justo cuatro meses después en un gigantesco clamor republicano presente en miles de Ayuntamientos que hará que se proclame la II República dos días después, el 14 de abril, y la Monarquía tenga que exiliarse.

El domingo pasado rememoramos muchas cosas, pero subrayamos de forma especial este hecho, aquella voluntad popular que en este pueblo como en miles más se convirtió en República de la mano de una corporación valiente y entregada a las ideas y la causa en las que sus componentes creían. Y nos referimos a ella como lo que realmente fue: no sólo la primera Corporación democrática de Muskiz, sino la única corporación democrática de Muskiz hasta la fecha por ser aquella la única que dio pleno cauce al deseo popular de ser ciudadanos y no súbditos. Algo que la actual Corporación, al igual que las anteriores, sigue sin cumplir, puesto que, sin mandamiento popular ni referéndum que lo refleje, asume de forma activa –al igual que lo hacen el resto de las instituciones del Estado– la reposición de una Monarquía que nuestros abuelos rechazaron a través de las urnas, y que ha sido traída de vuelta desde el basurero de la Historia, no a través de ellas, sino a través del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, la dictadura fasciofranquista que le siguió y la traición de una Transición que se decía democrática.

Esta es la memoria de aquella primera Corporación democrática de Muskiz, la memoria de la legitimidad y la coherencia que defendieron y que la mayoría de ellos pagaron con sangre, cárcel o exilio. La memoria que la miliciana Clarita Moran defendió hasta la muerte en Elgeta. La memoria que Fernando Garrofé –ese para el que la actual Corporación sigue negándonos el permiso para colocarle una placa– defendió tanto libre como preso. Esa es la memoria que honramos y que les honra: la misma que pone en evidencia cuanto adolecen de ellas las corporaciones que desde 1936 hasta la actualidad les han sucedido.