Imanol INTZIARTE
RUGBY

El asfixiante baile de las boas constrictor

Saracens y Leinster jugarán el 11 de mayo la final de la Champions tras maniatar a Munster y Toulouse.

Eran los favoritos y no fallaron. Saracens y Leinster, ganadores de las tres últimas ediciones de la Champions Cup –2016 y 2017 los ingleses; 2018 los irlandeses–, se verán las caras en la final del próximo 11 de mayo en Newcastle.

Las de semifinales han sido sendas victorias por aplastamiento, como si dos boas constrictor hubieran estado dando vueltas alrededor de sus víctimas, enroscándose y apretando hasta la asfixia. Dentro de tres semanas, el de Saint James Park será un partido sin prisioneros, puro granito.

Saracens se deshizo de Munster (32-16) el sábado. La idea de la organización de jugar las eliminatorias en estadios con un aforo más grande, aunque ello obligue a salir de su hábitat al equipo teóricamente local, se topó de frente con la realidad en el Ricoh Arena de Coventry.

Las gradas se quedaron vacías en la mitad de sus 32.600 asientos. Y eso que no fueron pocos los seguidores de Munster que cruzaron el mar para mantener la fama de la Red Army.

No parece que los alrededor de 150 kilómetros entre el noroeste de Londres –donde se encuentra el campo de los Saracens– y la ciudad de Coventry sean una distacia insalvable, pero la propuesta no funcionó. La ERC deberá hilar más fino para no dar una imagen tan triste en un choque de este calibre.

Hasta el descanso

Saracens juega a un ritmo muy alto, con una presión en los rucks que obliga al rival a implicar muchos hombres en los puntos de contacto. Munster se dedicaba a defender como podía. Aguantó el chaparrón y llegó con vida al descanso (12-9).

El dique cedió al poco de comenzar la segunda parte, con el ensayo Mike Rodhes (19-9, 47’). Un dato; en los 10 primeros minuyos de la segunda parte, Saracens tuvo un 86% de posesión. El martillo no aflojó, dos golpes de Owen Farrell – 22 puntos en su cuenta particular– ponían un 25-9 que parecía definitivo. Munster tuvo su particular canto del cisne cuando robó una melé en la raya de cinco metros rival y la convirtió en siete puntos (25-16), pero la victoria inglesa no peligró.

La recta final fue ‘la hora de Billy’. Buena parte de la grada venía abucheando al pequeño de los Vunipola por su apoyo a los comentarios homófobos del australiano Israel Folau. Lejos de achicarse, cerró su actuación con el ensayo definitivo. Totalmente crecido, se dirigió gesticulando a quienes le increpaban, mientras se reía y se llevaba la mano al escudo. Fue elegido “Man of the Match”.

Película repetida

Veinticuatro horas después, casi 43.000 personas en Dublín para ver al vigente campeón ante Toulouse. Un guion similar al de la víspera, victoria local por aplastamiento (32-10). Si Munster había mantenido sus esperanzas hasta el descanso, lo de los franceses ya tenía muy mala pinta antes de la media hora. En ese momento, Leinster mandaba 17-6, gracias a los ensayos de James Lowe y Luke McGrath.

El técnico de los occitanos, Ugo Mola, movió pronto el banquillo para ver si daba con la fórmula mágica, pero como dicen que dijo en su día Rafael Gómez Ortega ‘El Gallo’, «lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible».

El tercer ensayo, obra de Scott Fardy, vino a corroborarlo, 24-9 en el minuto 54. Curiosamente, ninguno de los tres ensayos tuvo la firma de algún jugador nacido en la isla esmeralda, ya que Lowe vino al mundo en Nueva Zelanda, McGrath en Canadá y Fardy en Australia.

A falta de equipos del Top 14 en la final de la Champions, estos coparán la de la Challenge Cup. Clermont y La Rochelle se impusieron en el doble duelo franco-inglés. Los ‘jaune et bleu’ del zuberotarra Camille Lopez pudieron con los londinenses de Harlequins (32-27), mientras que los de la costa atlántica sudaron tinta para dejar fuera a Sale Sharks (24-20).

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