Pablo GONZÁLEZ
RELEVO PRESIDENCIAL EN UCRANIA

Ola de revanchismo en medio de una compleja situación exterior

Con la elección de Vladimir Zelenskiy como nuevo jefe de Estado, quien casi triplicó en votos al presidente saliente, Petro Poroshenko, se acentúa la división en el país. De momento un Parlamento hostil le va a dificultar llevar a cabo su programa, basado mucho más en perseguir a los dirigentes anteriores que en solucionar problemas.

El primer gran problema que deberá encarar, con permiso de la corrupción, y por el que los ucranianos parece que han apostado por Zelenskiy, es la guerra del Donbass. Zelenskiy es visto por el electorado como el candidato de la paz. Sin embargo, nada más ser elegido no parece que vaya a cambiar demasiado su retórica en esta cuestión. Sigue abogando por recuperar sin condiciones tanto el Donbass como Crimea. Eso sí, apuesta por dejar la confrontación activa y pasar a la guerra informativa. Habrá que ver cómo piensa hacer eso contra Rusia, un estado que en los últimos años está particularmente fuerte en ese campo y que lleva mucha ventaja a Kiev.

La postura de Zelenskiy también puede ser una estrategia para intentar ganar tiempo para consolidar su poder antes de actuar. En Ucrania, si bien el presidente es una figura con gran influencia, sigue dependiendo del Parlamento y del Ejecutivo nombrado por éste. De momento, el Parlamento es hostil a Zelenskiy y no le va a facilitar llevar a cabo su programa.

Esta semana el parlamento ucraniano ha aprobado de manera urgente una nueva ley sobre el uso obligatorio del ucraniano en los medios de comuni- cación, una ley fuertemente criticada, entre otros por Zelenskiy, ya que obliga por ejemplo a doblar cualquier web informativa al ucraniano aunque no tenga visitas o a imprimir un periódico en ucraniano por cada uno impreso en ruso, aunque nadie vaya a comprarlo. Se espera así mismo que el parlamento intente limitar las capacidades del presidente, quitándole por ejemplo la potestad de elegir los candidatos a fiscal general, ministro de defensa o exteriores. De esta manera se busca dejar a Zelenskiy sin margen de maniobre real, meramente como una figura protocolaria.

Por ello se especula con que el equipo de Zelenskiy convoque elecciones parlamentarias anticipadas antes de que caiga su popularidad o pierda poderes. De momento, su partido tiene una intención de voto del 25%, pero según pasen las semanas el apoyo irá disminuyendo. Por su parte, los partidos de la coalición saliente tienen difícil lograr representación.

Tampoco se quedan de brazos cruzados los simpatizantes del presidente saliente Poroshenko. Como han evidenciado los resultados, son una minoría y siguen reivindicando los ideales del Maidán, las protestas de 2014, sigan activos, pero son una minoría muy activa. Para ellos, Zelenskiy representa las ganas de revancha de la otra mitad del país, la mitad rusófona.

Y el sistema judicial parece darles la razón con sus últimas decisiones en cadena. En pocos días ha puesto en libertad a Nadezhda Savchenko, acusada de preparar un atentado contra los actuales dirigentes; ha parado la tramitación de cambio de nombre de la iglesia ortodoxa en el país, algo que buscaban las autoridades actuales para diferenciar a la que depende de Moscú de manera explícita, y sobre todo, ha declarado ilegal la nacionalización del banco Privat. Este último pertenecía al oligarca Kolomosikiy, principal financiador de la campaña de Zelenskiy.

Ya se empieza a hablar de revancha. Los jueces no han cambiado desde los tiempos de Yanukovich por la simple ausencia de cuadros formados. Hasta ahora tenían unas órdenes muy claras del fiscal general, Igor Lutsenko, sin formación en derecho y designado a dedo por Poroshenko, aunque fueran contra la ley. En caso de no obedecer esas directrices, grupos de jóvenes nacionalistas acudían a sus puestos de trabajo o a sus casas para presionarlos directamente.

Como ejemplo, pese a que Policía y jueces sabían perfectamente quiénes mataron al periodista Oles Buzina, muy crítico con Poroshenko y su Gobierno, nadie ha hecho nada para encarcelar a los dos responsables. Buzina fue tiroteado en 2015 dos días después de que su nombre fuera publicado por Mirotvorets, una web lanzada por activistas y políticos cercanos a la Administración presidencial. Parece que ahora este y otro caso se van a investigar y a juzgar.

Igualmente, Kolomoiskiy y otros oligarcas caídos en desgracia desde 2014, como Kernes, Medvedchuk o Firtash también van a intentar devolver las atenciones que les proporcionó la Administración Poroshenko. Ninguno es prorruso o prooccidental en el sentido estricto, solo les importa su capital financiero, pero si suelen ser bastante rencorosos. Lo fueron con Yanukovich y no parece que vayan a perdonar a Poroshenko.

Tampoco se puede dejar de lado al mayor vecino de Ucrania, la Federación Rusa. Moscú no parece estar abierta al diálogo en las condiciones que Zelenskiy exige. Vlamidir Putin ni siquiera ha felicitado a Zelenskiy por su victoria en las presidenciales, pero sí tiene listas nuevas medidas en caso de que Kiev siga en la misma senda. Dejará de vender petróleo y sus derivados a Ucrania a partir del 1 de junio. Como mínimo la mitad del mercado ucraniano depende de las importaciones de carburantes desde Rusia. Otra medida muy significativa es la nueva ley firmada por Putin para que los ciudadanos ucranianos del Donbass puedan conseguir el pasaporte ruso con más facilidad.

Zelenskiy tiene varios frentes abiertos, dentro y fuera del país, incluso antes de asumir el cargo. Un parlamento hostil que buscará su desgaste, un vecino poco dispuesto al diálogo y una sociedad dividida dificultarán su mandato. Habrá que ver cómo afronta estos problemas, pero el tiempo ya corre en su contra.