Maitane ALDANONDO
Gasteiz

I+Med apuesta por el interés científico por encima del económico

La pyme biotecnológica alavesa se dedica al desarrollo de nanohidrogeles de uso médico y farmacéutico. Elaboran productos propios y para terceros, con los que sustentan esta cooperativa científica; un modelo que les da el control sobre el rumbo de la empresa.

I+Med Ingeniería Médica Aplicada es una cooperativa gasteiztarra que desarrolla implantes inyectables para la liberación controlada de fármacos». Así comenzaba el reportaje que en julio de 2015 publicó GARA al hilo del premio Emprendedor XXI que sus promotores acababan de recibir. Casi cuatro años después, su propósito sigue siendo el mismo, y con una excusa similar, esta vez el premio Álava Emprende, reaparecen en esta página para explicar su evolución. Muchas cosas han cambiado, pero se mantienen firmes en su modelo empresarial, pese a las dificultades añadidas que conlleva.

Raúl Pérez, Iñaki López y Manuel Muñoz crearon esta iniciativa en 2013 con el objetivo de desarrollar nanohidrogeles inteligentes que tiene como base el ácido hialurónico para el ámbito farmacéutico. Este sector es una carrera de fondo, y un producto requiere de cinco o seis años de su puesta a punto, normativa y certificación. Inicialmente, preveían lanzar al mercado su primer producto el próximo año, pero como es habitual en una empresa que arranca, los plazos y el rumbo se han desviado un poco.

El punto de inflexión llegó en 2016. Por una parte, sustituyeron el Centro de Investigación Lascaray por un nuevo emplazamiento en el Parque Tecnológico de Araba; donde tienen un laboratorio propio, como obliga la Agencia Española del Medicamento; 100 metros cuadrados con una sala blanca para fabricación de fármacos y productos sanitarios. Por otra, tras un proceso de reflexión interna, decidieron ofrecer su tecnología de liberación controlada a farmacéuticas o biotecnológicas con el objetivo de conseguir ser económicamente viables. «Esa ha sido la palanca que nos ha generado el crecimiento en estos años. Ha hecho que entren proyectos nuevos, financiados por esas terceras empresas, y eso ha propiciado la contratación de más personal, la ampliación de los laboratorios… el crecimiento que hemos tenido sobre todo en 2017-2018», resume Muñoz. A día de hoy esta línea de negocio supone el 90% de la entrada de ingresos, pero no han renunciado a sus desarrollos. Su tecnología es transversal y cuentan con proyectos en el campo del dolor, la traumatología, la oftalmología, la cardiología, y más genéricamente, el recubrimiento de prótesis e implantes. Esperan que los primeros vean la luz a lo largo de 2020-2021.

Evolucionar y mantener la esencia

El mercado les ha resituado, de la colaboración con médicos y profesionales han surgido retos e ideas para productos. Así mismo, han entrado en el campo de la cirugía estética, una vía en el que su tecnología tiene aplicaciones evidentes, un «nicho brutal», pero que eran reacios a seguir. Hace un par de años empezaron a elaborar relleno intradérmico, así como productos para terceros; y del contacto con la estética dieron con la cosmética. Identificaron una gama de productos que podían comercializar o vender, y se decidieron a dar el paso. No querían mezclar ambas actividades, la médica y la cosmética, así que optaron por una unidad de negocio diferenciada. En enero de 2018 lanzaron su filial Unikare BioScience, que comercializa bajo la marca Sibari Republic.

Mantener la esencia de I+Med es una condición a la que sus fundadores no quieren renunciar. Su filosofía se basa en que los investigadores y científicos que fueron el germen de la cooperativa sigan siendo los dueños de las decisiones. Muñoz defiende que la figura de la cooperativa evita que les absorban o pierdan el control sobre el negocio. «Es un sector donde sin el respaldo de un capital fuerte detrás es difícil salir adelante. La experiencia nos ha demostrado que al final acaba mandando el poder económico por encima de los intereses investigadores o científicos». El responsable recuerda que al inicio no les tomaban en serio, pero ahora son una pyme con 30 profesionales altamente cualificados en plantilla y con múltiples reconocimientos empresariales: el premio tecnológico de Toribio Echevarria, el premio Álava Emprende, Mejor empresa solidaria, el premio Ajebask… Sin embargo, esta apuesta trae consigo muchas trabas a la hora de obtener ayudas o financiación. «No queremos vivir a nivel institucional, pero si el dinero público se reparte, tiene que ser de manera equitativa».

A pesar de las dificultades, cerraron el último ejercicio con una facturación de casi 2 millones de euros y cumpliendo el objetivo de seguir en número negros una vez segregadas subvenciones y ayudas. Esto les hizo reflexionar. «Si mantenemos el ritmo de trabajo para terceros, acabaremos abandonando los proyectos internos, el modelo cooperativo, de desarrollos, de ese saber hacer que queríamos poner en el mercado». Seguirán con esa línea de negocio hasta tener ingresos por productos propios; y buscarán la forma de generar una arquitectura que soporte la financiación de sus investigaciones hasta que lleguen al mercado. De momento, los beneficios son para la cooperativa.

A corto plazo, junto con el reto financiero, mantienen el de asentar las bases para el futuro de I+Med. En ese sentido, han diseñado unas nuevas instalaciones que albergarán un instituto de investigación de nanohidrogeles. La infraestructura requiere de una inversión total de 6 millones de euros, y planean que esté operativa en 2022, si bien faltan por decidir cuestiones importantes como dónde se situará finalmente.