Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Timadoras compulsivas»

Cazando fortunas a escopetazos

En el año 1964 Ralph Levy contrató los servicios de Marlon Brando y David Niven para que se metieran en la piel de dos pícaros casanovas que campaban a sus anchas en la Costa Azul. Titulada “Dos seductores”, esta historia fue retomada en el 89 por Frank Oz –un director mucho más curtido en la comedia que Levy– y protagonizada por Steve Martin, en el papel de un Marlon Brando que demostró que la comedia no era lo suyo, y Michael Caine, que hacía lo propio con el que encarnó David Niven.

Si bien este remake resultaba más eficaz que el filme original, poco o nada interesante se puede extraer de un argumento que vuelve a la actualidad con una nueva variante que, como principal punto de originalidad, incluye como cambios principales los roles protagonistas que ahora son interpretados por dos mujeres, Anne Hathaway y Rebel Wilson.

Más allá de estos cambios, el engranaje vuelve a chirriar por todos los lados debido a un argumento que incide en la fórmula del aprendiz que quiere superar a su mentor. A años luz de los buenos resultados que logró un filme de similares características –“Las seductoras”– y que contó con unas gamberras Sigourney Weaver y Jennifer Love Hewitt que acertaron de pleno en sus respectivas interpretaciones, lo que se pone de manifiesto en “Timadoras compulsivas” es la nula creatividad que demuestra la industria cinematográfica cuando en su cajón de ideas tan solo hay telarañas y recurre a productos de corto recorrido. Zurcida mediante gags recurrentes, todo el peso recae sobre las dos protagonistas y es en este duelo donde Hathaway se revela como una actriz mucho más aplicada que una Rebel Wilson que apuesta por el histrionismo a la hora de encarnar a la aspirante a timadora de altos vuelos.