Puedo dar fe de que en las facultades de derecho se sigue estudiando el “Crimen de Cuenca”, de Pilar Miró, como uno de los casos (terriblemente reales) que mejor ilustran la –dramática– necesidad de un estado de derecho sólido y consolidado, que defienda y proteja las libertades y obligaciones de la gente. Dicha película, recordemos, trata sobre el caso verídico de dos hombres injustamente acusados de un asesinato que nunca cometieron (y que, de hecho, y para mayor monumento al humor negro, jamás se cometió). Pero el verdadero punto de interés en dicha crónica recae en cómo se fraguó aquella escandalosa sentencia. A saber, en base a una confesión arrancada tras unas brutales sesiones de tortura.

Con todo esto en mente, el documentalista Víctor Matellano sigue engrosando una filmografía dedicada a recuperar el patrimonio cinematográfico español... y a hacerlo dialogar con el presente. Ahí está el verdadero encanto de la propuesta, en cómo consigue que el ayer nos ayude a entender los escalofriantes deberes pendientes del ahora. El director congrega a ilustres miembros de la clase política y a un puñado de celebridades fílmicas para reflexionar sobre la barbaries de la censura, y para avisarnos sobre la peligrosa herencia franquista en el Estado español actual.