Víctor ESQUIROL
ALADDIN

La imagen real y digital como herramienta de conquista mundial

Visualizando el futuro, no cuesta nada imaginarse los libros de historia del cine hablando de 2019 como el año en que la Disney se zampó el mundo entero. El calendario de estrenos de esta major (de majors) para esta temporada es, siempre a nivel estrictamente comercial, uno de los catálogos más potentes jamás vistos.

El control absoluto que esta colosal productora ejerce sobre las franquicias más lucrativas de la industria (de Marvel y Star Wars hablamos) se complementa, por si esto fuera poco, con la fiebre reinterpretativa en la que la factoría del ratón Mickey lleva inmersa desde hará ya casi una década. Todo empezó, recordemos, con la “Alicia en el país de las maravillas” de Tim Burton. Con aquella pirueta digital imposible en la que se tradujo a imágenes «reales» el clásico animado dirigido en 1951 por Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson. Y en estas seguimos.

“Aladdin”, como bien anuncia el título, es la recuperación, bajo las necesidades del cine-espectáculo de nuestros tiempos, de aquella legendaria cinta en la que Robin Williams ponía voz a aquel «genio tan genial». Hasta aquí, nada nuevo en los planes maestros de la Disney. Pero más allá del punto de partida (esto es, aprovechar el rebufo nostálgico implícito en la propia naturaleza de remake de la propuesta), sorprenden todas las decisiones tomadas a nivel de producción. En el cartel de actores, brilla solo el nombre de un Will Smith en franca decadencia. Además, dirige el alocado Guy Ritchie (quien viene del estruendoso desastre de “Rey Arturo: La leyenda de Excalibur”), quien para añadir un poco más de riesgo a la propuesta, decide impregnarla de un a priori desconcertante aire a súper-producción made in Bollywood. Aquella Arabia de los maestros John Musker y Ron Clements adquiere pues tonos del cine indio más fastuoso.