Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «La última lección»

Al salir de clase

El segundo largometraje dirigido por Sébastien Marnier es una de las propuestas que más malas vibraciones despertó en las últimas ediciones de los festivales de cine tanto de Venecia como de Sitges. En efecto, el recorrido previo de la película, antes de llegar a nuestras salas, da una idea de las intenciones que ésta persigue.

Su escena de apertura ya se encarga de sentar las bases de lo que no tardará en confirmarse como un ejercicio de misterio ciertamente inquietante. En una aula de instituto, la aparente normalidad con la que se desarrollan las dinámicas de clase se va al garete justo cuando el profesor ahí presente decide abrir una ventana... y saltar al vacío.

Aunque si nos fijamos bien, lo realmente escalofriante de este cuadro son el puñado de alumnos que, aun presenciando desde primera fila tan espantoso incidente, no se han inmutado lo más mínimo. Da la sensación de que estos chavales, muy cómodos en su rol de espectador, ya sabían lo que iba a suceder desde el principio, y que aun así, no movieron ni un dedo para tratar de evitarlo. Es tan solo una de las pinceladas de las que se sirve este joven director y coguionista para subvertir el rol supuestamente pasivo de la audiencia cinematográfica, en lo que solo cabe definir como un brillante (y muy oscuro) gesto de intelectualidad «hanekiana». Laurent Lafitte, en el que ya es uno de los grandes papeles de su carrera, encarna al profesor sustituto que intentará (muy en contra de su propio instinto de supervivencia) llegar hasta el fondo de los secretos que evidentemente ocultan sus pupilos. Con ello, Marnier sienta las bases de intriga de un potente thriller... que poco a poco va degenerando en un terrorífico retrato primero sobre las imposibilidades de conexión entre jóvenes y adultos, y después sobre el mundo (¿preapocalíptico?) que estas tensiones dibujan. Caldo de cultivo para una de las cintas más –deliciosamente– tóxicas de la temporada.