Olga Saratxaga Bouzas
Diseñadora y escritora
KOLABORAZIOA

Esas mentiras fabricadas a conciencia

Hoy toca hablar sobre los engaños fabricados a propósito de fomentar el recelo y la animadversión entre las masas. Llevo demasiado tiempo escuchando verdaderas fantasías respecto a las bonanzas que supone para el extranjero pobre pisar tierra de bienestar económico: llegar y besar el santo, parece ser… cuestión de percepción sobre qué se entiende por suerte. El santiamén de las ayudas sociales a las personas huidas de la guerra o refugiadas económicas, que se atreven a soñar con un futuro sin demasiados sobresaltos, es una de las mayores argucias que el neoliberalismo ha traído consigo.

Ya es hora de ir despojando a la creencia mayoritaria de las falacias que se han vertido sobre la inmigración, con el incuestionable objetivo de crear inquina racial entre las bases –las élites millonarias están a otros negocios y se la trae al pairo que entre nosotras nos saquemos los ojos si con ello mantienen sus privilegios–.

Los impulsos de opinión obedecen siempre a intereses políticos del sistema establecido. Desenmascarar sus verdaderos propósitos puede convertirse en un algoritmo de dudoso descifrado y son difíciles de erradicar cuando se apoyan en estructuras diseñadas para establecer conflicto entre las capas económicas más bajas de la sociedad. Desde el momento en que actuamos de transmisoras de lo no contrastado, servimos de herramienta sutil a las estructuras del poder, fomentando el odio al diferente como huestes de la intolerancia y la mentira.

Acomodadas en el individualismo o paralizadas por la ignorancia, nos vamos convirtiendo en sicarios mutuos, dispuestos a lapidar, si es necesario, con tal de no movernos del punto de seguridad mal entendida en el que nos encontramos. La impronta del confort individual se nos antoja indeleble e inmutable: un derecho exclusivo, personal e intransferible, mientras contemplamos con una cierta apatía –si no hartazgo– secuencias de miseria sin reconocernos como parte deudora en este proceso desnaturalizado del sálvese quien pueda que el mundo occidental ha originado con sus conquistas de territorios que no le pertenecen.

En estas cuestiones, lo que más repudio me produce no es comprobar cómo traficantes de bulos van pasando la heroína de la falsa palabra de boca en boca –cual chisme de barrio–, sino esa falta de capacidad hacia la autogestión del pensamiento que permitiría, de ponerla en práctica, discriminar los mensajes recibidos y ser conscientes de nuestra responsabilidad en el trapicheo con la desgracia humana.

Actualmente el mundo gira en torno al eje de los grandes lobbies, allende los despachos insonorizados y donde las grandes tribunas de oradores se afanan en confundir a la multitud, domesticando sus movimientos. La palanca para conculcar derechos se acciona (a modo de interruptor de electricidad), aunque nos pese, desde fuera de nuestras decisiones más visibles y, al mismo tiempo, favorecida por ellas; al alcance de las estrategias del mercado de las derechas políticas. Máxime si decidimos ser mera moneda de trueque a cambio de pan y ocio. Así que, pensemos mejor a quién servimos y para qué, cuando nos dediquemos a ser mecenas de la exclusión social.

Que no esconda la mano quien sigue tirando piedras contra los derechos de igualdad y justicia social, porque tarde o temprano puede que le toque recogerlas de su propio tejado.