Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

En cadena

Cadenas hay muchas. Las hay de seguridad, como las que anclan los barcos al fondo marino. Las hay que esclavizan. Hay fantasmas con cadenas, aunque abundan muchos más los que no las llevan. También hay un anís que, de abusar, encadena la cabeza. Las hay de oro que rodean cuellos. O las que rodeando igualmente gaznates son cruelmente opresivas como las que extienden los del G7 por todo el mundo. Hay millones de mensajes que se concatenan en otros tantos eslabones. Y existen también cadenas solidarias como la que unió a miles de personas este sábado en Biarritz para reclamar gestos por parte de París hacia un proceso que sigue anclado en tiempos pretéritos, en esa época en la que la venganza se impuso a la ley encadenando a un cierto tipo de condenados a miles de kilómetros de sus familias, esa época en la que la pena la dictaba Madrid. El mundo sigue girando, los contextos cambian, el presente se revisa y todo parece moverse salvo algunas excepciones, como esa política penitenciaria de excepción que no solamente aleja a las personas presas de sus familias sino que nos distancia a todos nosotros de otro futuro posible. Como si quisieran sentenciar a este país a una cadena perpetua en la que cada uno de nosotros somos un eslabón, condenados todos a rompernos para poder liberarnos. Pues lo mismo lo hacemos. Una ruptura en cadena.