Maite UBIRIA BEAUMONT
BIARRITZ
Elkarrizketa
BRANDON HAMBER
PRESIDENTE DEL INSTITUTO SOBRE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS (INCORE)

«La convivencia se construye con tiempo y perspectivas amplias»

Nacido en Sudáfrica pero residente en Irlanda del Norte, Brandon Hamber compartió reflexiones con dos víctimas de distintas violencias. En entrevista posterior con GARA ahondó en las impresiones que le dejó ese foro con el que Bake Bidea y Artesanos de la Paz arrumbaron hacia «la construcción de nuestra convivencia».

Experto en los procesos sudafricano e irlandés, cuyas conexiones con Euskal Herria remarcó en el encuentro del 7 de junio en Bellevue (Biarritz), Hamber comparte experiencias que pueden inspirar los siguientes retos de la vía vasca a la paz.

¿Qué impresiones le ha dejado el foro organizado recientemente por Bake Bidea y Artesanos de la Paz en Biarritz?

La primera impresión a remarcar es que de por sí es positivo que se mantengan reuniones públicas para hablar de temas tan controvertidos. En Irlanda del Norte, donde el proceso puede considerarse más avanzado, no se han prodigado las oportunidades de hablar y escuchar en relación a temáticas tan delicadas y al tiempo tan esenciales. Creo que el segundo elemento a destacar es que cuando se escuchan los testimonios de las víctimas, con sus experiencias vitales, tan diferentes, uno se da cuenta de que, al final, el impacto emocional no distingue entre personas, es igual para todos.

A Iñaki García Arrizabalaga le tocó trabajar una opción complicada. De tener que optar entre verdad y justicia, dijo que optaría por la verdad, e incluso planteó que aceptaría condenas simbólicas a cambio de hacer toda la luz sobre la muerte de su padre.

Una cuestión común a los distintos conflictos en que he trabajado, ya en Sudáfrica ya en Irlanda del Norte, es que esa necesidad de verdad, justicia y reparación aparece a cada paso pero no siempre del mismo modo. Es normal que se plantee la cuestión, y en el caso de Iñaki García Arrizabalaga, aun reconociendo lo difícil de la opción planteada, también entiendo que situara la verdad en la cúspide de las prioridades. En la Comisión de la Verdad de Sudáfrica pudimos comprobar, en todo caso, que hay que hacerse a la idea de que las necesidades de las víctimas pueden evolucionar a lo largo del tiempo. En Sudáfrica, muchas víctimas, una vez conocida la verdad, por horrible que la misma fuera, optaron por abordar luego el camino hacia otras demandas, en relación a la justicia, a la memoria. Desde mi experiencia, creo que hay que prepararse para acompañar esa evolución de las víctimas.

Tenemos tendencia a analizar los procesos de salida de conflicto con una perspectiva lineal, pero usted remarcó en todo momento que esa línea recta simplemente no existe.

Efectivamente más que un proceso de paz, habría que hablar de procesos de paz. En un momento determinado el proceso puede tener una dirección fija, pero las circunstancias nuevas, esas necesidades cambiantes de las que hablábamos, pueden recomendar marcar otras direcciones. El Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte (1998) marcó un tiempo concreto de acuerdo entre partidos unionistas y nacionalistas, pero ciertas formaciones extremistas no acudieron a ese acuerdo. Al final, en 2003, se produjo, por así decirlo, un acuerdo sobre la implementación del acuerdo, integrando al DUP. Osea, hubo que improvisar, adaptar, para incluir al que antes no estuvo. Con el caso del Brexit, ahora de actualidad, reaparece, con otras variable, la cuestión de las fronteras, y ello obligará a una nueva adaptación, dos décadas después.

¿Un modelo sin acuerdos oficiales con los estados pero amparado en la sociedad civil, como es el vasco, puede tener, dicho con toda la prevención, alguna ventaja a la hora de afrontar cambios, al no depender tanto de un guión escrito?

Bueno, la vasca es una situación inhabitual en términos de proceso de paz. Nosotros trabajamos con la idea de que los estados ejercen de garantes del proceso. Esa es la práctica habitual. En todo caso, cuando hay una situación en el que el poder o bien es débil o simplemente está ausente del proceso queda un espacio vacío que puede ocupar la sociedad civil, lo que puede permitir, con todo, avanzar.

En Irlanda o en Sudáfrica, la sociedad civil fue importante porque empujó a los distintos actores a sentarse en torno a una mesa, presionó en favor del diálogo y del acuerdo. Sin embargo, una vez que los acuerdos se dieron, la sociedad quedó más bien apartada del proceso, y más tarde fueron decayendo también los apoyos externos, particularmente los financieros. De eso también cabe aprender. Mantener la movilización de la sociedad civil es importante.

En el foro algunos de los intervinientes demandaron expresamente respuestas individuales de verdad y justicia y otros insistieron en la necesidad de buscar respuestas sistémicas.

La cuestión de fondo pasa por reflexionar sobre cómo se pueden hacer las cosas para dar las respuestas más adecuadas a esas demandas o necesidades aparentemente tan dispares. No es un objetivo fácil, pero hay que tratar de acercarse lo más posible a ese escenario.

En Sudáfrica, la Comisión de la Verdad trabajó en profundidad en la cuestión de hacer la luz sobre los crímenes, en ese aspecto digamos más individual y personal, pero postergó notablemente ese otro factor más estructural, que nos remitía necesariamente al racismo y a la naturaleza propia del estado-apartheid que permitieron que se produjeran tantos crímenes.

Quizás, si, por el contrario, se hubiera puesto todo el foco sobre el carácter sistémico del conflicto y de sus consecuencias de violencia, hoy estaríamos lamentando que se hubiera obviado la responsabilidad individual con respecto a esos mismos crímenes. Nuevamente, vuelve a aparecer ante nosotros esa necesidad de buscar el equilibrio.

Desde perspectivas diferentes, se evocó igualmente la necesidad de construir una memoria inclusiva. ¿Ese compromiso serviría a modo de armisticio frente a lo que se conoce como la batalla del relato?

No puedo hablar de Euskal Herria, pero por lo que he vivido en contextos similares -los procesos de resolución en Irlanda y Sudáfrica han tenido lazos comunicantes, de solidaridad y otros, con el caso vasco- es difícil evitar que en un momento u otro aflore esa discrepancia. Si tuviera que dar un consejo este sería que no se tratara de partir de esa idea del relato único, pero tampoco de la idea de que va a desaparecer sin más ese escollo. Pienso que, en todo caso, no es algo que convenga plantear como punto de partida. Creo que, al principio, de lo que se trata es de contar con el concurso de la sociedad civil para recopilar todas las historias, y en todo caso poner todo ello sobre la mesa más tarde. Es un poco lo que se hizo en el foro en Biarritz, con esas aportaciones de víctimas con diferentes experiencias. A mi modo de ver, hay que avanzar por ahí, creando espacios para compartir esas historias, porque cuando se comparten las vivencias se puede empezar a cambiar la percepción colectiva sobre la historia. Debe ser una aproximación respetuosa, gradual, tranquila, que asuma los ritmos y los matices diferentes. No es un buen punto de partida pretender que las distintas partes renuncien a su propia experiencia, se trata más bien de ofrecerles esos espacios de encuentro que permitan hacer una construcción compartida, mirando al futuro.

Al final del encuentro, una persona que, adoptando las palabras de la ex ministra Christiane Taubira «asumió riesgos por la paz», en concreto cara al desarme, me hacía la siguiente reflexión: hablamos del dolor, y está bien, pero, ¿cuanto tocará debatir de las causas que motivaron el conflicto?

Si solo escuchamos a las víctimas solamente tendremos la historia que ellas han vivido. Si solo hablan los antiguos combatientes, también tendremos una visión parcial de lo ocurrido. Hay que extender el abanico.

En el caso de Irlanda del Norte se optó por poner en el centro a las víctimas, pero se trató de trabajar las vivencias de las víctimas a la escala de la sociedad. Con todo, veinte años después, los escolares siguen yendo a las escuelas en función de la comunidad a la que pertenecen.

En Sudáfrica se trató de superar el binomio de víctimas y combatientes. Se establecieron otras categorías: la de los beneficiarios del apartheid, la de los testigos de los hechos... Hay que ser conscientes de que hay personas que pueden pertenecer a distintas categorías, que pueden haber sido víctimas y ejercido también la violencia. Abriendo perspectivas de análisis se pueden entender, reinterpretar, algunas decisiones del pasado.

Si no actuamos distinto, seguiremos conjugando las frases con un pero. «Ejercí la violencia pero existía un contexto» o «Existía un problema pero eso no justifica que me causaran daño». Con todo, la clave, insisto, es dedicar el tiempo preciso a escuchar y trucar vivencias, tal como se hizo en Biarritz.

«Lo mínimo es tratar por igual a todas las víctimas»

Axun Lasa aludió en el foro de Biarritz al maltrato que las instituciones han dado a las víctimas de la violencia del Estado y remarcó que su caso es sólo la punta del iceberg.

También en Irlanda del Norte persiste ese sentimiento de que no todas las víctimas han tenido el mismo trato. El tratamiento que se da a las víctimas refleja, o da cuenta, de cuál es la voluntad o la falta de voluntad en clave política. Mas allá del contexto, lo menos que cabe esperar es que se otorgue un trato igualitario a las víctimas y que se aporten a todas ellas las mismas opciones de acceso a la verdad, la justicia y la reparación. No digo que sea fácil, ni siquiera que sea posible al 100%, pero debería ser la aspiración.

Con todo, usted dejó sentado que no siempre se puede establecer la verdad y aportar justicia a las víctimas.

A sabiendas de ello, lo mejor es contar con el abanico de recursos más amplio posible para dar respuestas a las víctimas y, en general, a las exigencias que se palpan en la sociedad. Cuanto más lejos vayamos en la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la reparación más positivo será el impacto sobre la construcción de la convivencia. Es bueno preservar la memoria de lo ocurrido, mediante actos o espacios públicos, y por descontado hay que dar respuestas legales a las víctimas hasta donde es posible, y, cuando no lo es, conviene complementar esa vía con prácticas de justicia transicional. M.U.