Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

Olaritzu, el robo de un derecho

Primero, políticos y técnicos extienden sobre una mesa un gran mapa y, sobre él, idean los planes urbanísticos que marcarán el futuro desarrollo de la ciudad. Luego deciden dónde se ubicarán las zonas residenciales y dónde los barrios de menor poder adquisitivo, una decisión en la que suelen contar mucho los intereses de la especulación urbanística. Por último, si, allí, en la línea donde se construirán viviendas de alto standing, todavía quedan antiguos barrios obreros, echarán a los vecinos de toda la vida, derribarán los edificios y, de paso, aprovecharán para hacer una renovación social, más acorde con la estética del nuevo vecindario. Pero, a veces, las crisis, creadas por el capitalismo para darse impulso a sí mismo, impiden que esos proyectos se hagan realidad. Cuando eso sucede paralizan los planes hasta que llegue un mejor tiempo para el pelotazo. Los edificios vacíos, abandonados, con su silencio y su apariencia decadente de lo que fue un apogeo industrial, también esperan. Y cuando alguien entra y enciende las luces y tiende la ropa y abre las ventanas cada día, entonces reviven y crean vecindad. Pasó en la okupación de Errekaleor y ahora en Olaritzu. Cortar el agua, la luz y tapiar puertas, señor Urtaran, no es impedir que entren en un piso vacío, es robar un derecho, el mismo que tiene usted y sus ediles a disfrutar de una vivienda.