Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS
Periodista
AZKEN PUNTUA

El aburrimiento

He llegado a una conclusión sobre la vida en España: este país es profundamente aburrido. Si fuera inteligente, sería inglés. A nadie le interesa nada que induzca a un pensamiento por irrelevante que sea. La España interior es un desierto de la inteligencia. La España marítima ha perdido a los alemanes que cantaban aquello de «¡Pajaritos por aquí/ Pajaritos por allá/ chas, chas, chas, chas!». Si acaso, Madrid mantiene una economía de las manifestaciones en torno a sus incitaciones municipales, pero el calor aún es cruel. Yo he decidido convertir la meteorología en centro de mi vida. Ya sé cuándo amenaza viento y en dónde. Como varía la presión atmosférica y sus consecuencias depresivas o antidepresivas. Con todo ello hago tres o cuatro llamadas telefónicas. Lo que más sorprende es que aún viva. «Parece mentira», se pasmó una vieja amiga de setenta años que me ha felicitado por mi nonagésimo aniversario. «Supongo que tu mujer habrá puesto esa cifra con números romanos en la tarta». Luego me contó que ha muerto mi entrañable Arturo Fernández y continuó: «Un amigo me ha regalado tu libro sobre la necesidad de que cristianos y marxistas decentes os reunáis en un partido republicano. ¡No pensarás en un levantamiento!». Le dije que sería una gozada. Ella respiró suavemente –lo noté por el teléfono– y concluyó con nostalgia: «¡Siempre serás un golfo!».