Tuvimos un inicio de sanfermines que fue toda una declaración de principios. Un brindis al ruedo desde la intransigencia y desde la soberbia, que son cosas que la derecha maneja con muchísima soltura. Representantes de la ciudadanía, concejales electos, arrastrados y pateados por una policía municipal que aceptó actuar como la guardia pretoriana del alcalde. La ikurriña genera crispación, dijo Enrique Maya por toda explicación. Insuperable. Como muestra de la pluralidad política navarra, esa que tanto les preocupa, la explicación es insuperable.

Es curioso, cuando menos, que no se haya visto muestra de esa crispación en los cuatro años anteriores y no menos curiosa esa necesidad obsesiva de que la haya. Porque, entre tanta crónica y declaración, la única llamada a la calma y a no caer en provocaciones ha sido la del exalcalde Joseba Asiron, a quién el actual alcalde acusa, precisamente, de calentar el ambiente. Curioso, sí, porque casi parece que hay que transmitir a la ciudadanía que puede estar tranquila porque todo está ahora donde estaba hace cuatro años. Que ya no debe de preocuparse por cosas como la convivencia o la pluralidad, o la igualdad; o, peor todavía, la participación ciudadana. Que, por fin, todo vuelve a la normalidad. Casi parece que con la crispación hemos recuperado un bien patrimonial que habíamos extraviado.