EDITORIALA

El sistema penitenciario español es inhumano

Los presos vascos, sus familiares y amigos conocen de primera mano la dureza del sistema penitenciario español. Pero solo cuando a esa dureza se le ponen cifras es cuando se acierta a concebir la magnitud de la tragedia que se vive en el interior de sus muros. El Gobierno español confirmó a preguntas del diputado de EH Bildu Jon Iñarritu que en 2018 han muerto en las prisiones españolas 210 personas, un 43% más que en 2017, esto es, una media de cuatro presos cada semana. Unas cifras que deberían haber encendido todas las alarmas y provocado un debate sobre lo que allí ocurre, pero que, sin embargo, parece no importar a nadie.

Si atendemos a las causas, resulta que la mitad de las muertes se han clasificado como suicidios y fallecimientos a consecuencia de las drogas, mientras que la otra mitad el Gobierno las atribuye a causas «naturales», sin embargo, en su respuesta no especifica qué causas considera naturales. Posiblemente para evitar que se desprestigie todavía más el inhumano sistema penitenciario español y para soslayar la deficiente atención que presta a las personas en él recluidas. Lo cierto es que en la misma respuesta el Gobierno señala que ha aumentado el número de personas presas en grave situación de vulnerabilidad, que caracteriza como personas muy jóvenes, con baja formación, toxicómanos desde edades muy tempranas, con enfermedades mentales o trastornos de personalidad y en situaciones de desestructuración y abandono social. Es decir, el Ejecutivo español da a entender que se está encerrando en prisión a gente que no debería estar en ella. Y con su respuesta de alguna manera reconoce que la cárcel se ha convertido en el tratamiento paliativo que cubre el enorme déficit de recursos sociales y sanitarios que tiene.

Ya va siendo hora de que el Estado español deje de utilizar la cárcel como sustituto de las políticas sociales y, de paso, comience a respetar los derechos de las personas presas, empezando por el derecho a la vida y a la salud.