Isidro Esnaola
LA GESTIÓN DEL CRECIMIENTO

REPENSANDO LA GOBERNANZA DE LA CREACIÓN DE RIQUEZA

MARIANA MAZZUCATO PASÓ POR DONOSTIA PARA COMPARTIR SUS REFLEXIONES SOBRE LA ECONOMÍA, EL MERCADO Y EL VALOR. CREE QUE HAY QUE REPENSAR EL PAPEL DEL ESTADO EN LA GOBERNANZA DE LA ECONOMÍA Y ESTABLECER UNA DIRECCIÓN PARA QUE LA INNOVACIÓN APORTE REALMENTE AL CRECIMIENTO ECONÓMICO.

Julio. Donostia. Seis de la tarde y 25 grados. Un ambiente poco propicio para acercarse a Tabakalera a escuchar una charla organizada por Agirre Lehendakaria Center con Mariana Mazzucato. A pesar de todo un centenar de personas llena la sala, lo que da medida de la popularidad de esta economista que colabora con el Partido Laborista de Jeremy Corbyn y que también trabaja con el Gobierno de Escocia en la creación de un banco público. Sus ideas están alejadas de la ortodoxia dominante y, como comentaba un asistente antes de que comenzara la conferencia, «...es que se le entiende cuando habla...». Una rara virtud entre economistas.

La oscura sala de Tabakalera en la que solo estaba iluminado el escenario daba un cierto aire teatral a la conferencia. La luz, desde luego, no ayudaba a tomar apuntes, aunque tal vez sea la más apropiada para que la gente pueda sacar buenas fotografías de las láminas del power point que acompañaron la exposición de esta economista italo-norteamericana.

Comienza advirtiendo que no hablará en castellano porque teme que pueda utilizar alguna palabra italiana con un sentido equívoco en la lengua de Cervantes y, sin más prolegómenos, empieza a desgranar sus ideas durante casi una hora, prácticamente sin pausa.

A su juicio no se habla más que de crecimiento económico; sin embargo, el concepto es problemático de entrada. Señala que en Gran Bretaña, por ejemplo, el crecimiento lo sostiene el consumo que la gente está financiando con créditos, con lo que la deuda privada del país está alcanzando cotas similares a antes de la crisis. Pero ese crecimiento insano es una cuestión que no se debate.

Cree Mazzucato que había que discutir sobre el modo de cambiar ese crecimiento. Considerar los 17 objetivos de desarrollo sostenible como metas podría ser una opción; o tomar en cuenta un modelo de crecimiento más cooperativo. A fin de cuentas, la cuestión central para cambiar es cómo se gobierna el proceso de creación de riqueza para que sea justo.

Problemas pendientes

En este panorama de debates pendientes, Mariana Mazzucato introdujo cinco grandes cuestiones para la reflexión.

La primera hace referencia a las finanzas, que han generado una espiral que se retroalimenta, de modo que el crecimiento exponencial de estos últimos cincuenta años en realidad aporta muy poco a la actividad económica. Básicamente, las finanzas reinvierten en finanzas.

La segunda es la industria y su escasa aportación a la actividad económica. Tomando las empresas representadas en el índice Standard & Poor's 500, resulta que solo el 9% de los beneficios se reinvierte. El 37% se dedica a pagar dividendos y nada menos que el 54% restante se utiliza para la recompra y el sostenimiento del precio de las acciones propias. De esta forma, la inversión productiva apenas aporta el 3-4% del PIB. Como se sabe desde los tiempo de Smith y Ricardo, el problema de los pobres resultados económicos y del paro no eran las máquinas entonces, ni ahora son los robots los culpables.

La tercera es la de la desigualdad. Durante los últimos veinte años la productividad del trabajo ha crecido muy por encima de lo que han subido los salarios reales, lo que significa que la ganancias de una economía más productiva las ha acumulado fundamentalmente el capital, y esa desigualdad lastra las posibilidades de crecimiento.

El cuarto problema que señaló fue el del cambio climático. Según el panel de expertos quedan apenas 12 años para que la temperatura aumente 1,5 grados. A su juicio, este es un problema con un enorme trasfondo económico que obliga a repensar, por ejemplo, por qué tributa cada vez más la mano de obra y no los materiales.

La quinta cuestión es el papel del Estado. Ahora se limita a cumplir un papel reactivo, de poner tiritas a los problemas. Cree Mazzucato que debe ser más proactivo, esto es, debe pensar en cómo se estructuran las agencias estatales para garantizar los bienes públicos y para superar los problemas de coordinación de la economía.

La visión establecida

A partir de estos grandes problemas, Mazzucato señala algunas ideas y actitudes que contribuyen a que no se resuelvan. A su juicio, por ejemplo, se ha dejado al margen a los trabajadores, su voz ya no se tiene en cuenta, cuando son claves en la producción de riqueza. Este descarte de la opinión del trabajo tiene que ver, según afirma, con el modo en el que se conceptualiza el valor como algo generado solo por las empresas.

Por otro lado, el discurso oficial insiste en que el mercado actúa y presiona, cuando en realidad no es un actor, sino un mecanismo que genera unos resultados de la interactuación entre lo público y lo privado. Por ello también hay que cuestionar cuál es el papel de lo público en el crecimiento económico y cambiar su actual papel reactivo por otro más proactivo.

Una consecuencia de todo esto es que los políticos se limitan a entenderse con los empresarios –según la doctrina oficial, los únicos que generan valor–, descartando cualquier interacción con los trabajadores y perdiendo de este modo otros impactos e influencias.

El concepto de valor

Mazzucato hace un pequeño recorrido sobre el problema del valor y cómo se ha resuelto en diferentes épocas. En el siglo XVII los mercantilistas consideraban que la fuente de valor era el comercio –más o menos como Donald Trump hoy en día, añade–, el resto de actividades simplemente consumían el valor creado por el comercio.

El siglo siguiente fue el de los fisiócratas, para quienes la fuente de valor era la agricultura. De hecho, uno de los representantes de esta escuela, François Quesnay, ideó la primera contabilidad nacional en la que se dibujaba la distribución de la producción. En esa tabla aparecían tres clases: la productiva –los agricultores–, la clase propietaria y la clase que denominó estéril. El problema no es que exista esta última, sino que se lleve una parte creciente del producto social.

El siglo XIX fue el de los clásicos, para los que el trabajo era la fuente de valor. Para ellos el mecanismo de precios y distribución del ingreso tenía una base objetiva en el trabajo incluido en las mercancías.

Por último, los neoclásicos de principios del siglo XX hasta la actualidad teorizan que el valor es consecuencia de preferencias individuales. El mecanismo de valoración pasa de ser objetivo a subjetivo: no es el valor el que determina el precio de las cosas, sino que son los precios lo que dan cuenta del valor.

Estos diferentes conceptos de valor llevaron, por ejemplo, a que hasta la década de los 70 no se incluyeran las finanzas en el cálculo del PIB. O que los dividendos se consideren el pago por el riesgo que han asumido los capitalistas en la creación de una empresa. Pero los trabajadores también se arriesgan cuando aceptan uno u otro trabajo, por lo que también deberían recibir parte del dividendo.

Creación colectiva

Por estas razones Mazzucato aboga por volver a pensar qué es el valor, cómo se crea, quién lo crea y por qué. A partir de ahí aparecen otras cuestiones a resolver, como por ejemplo, qué es lo que realmente mide el PIB.

Pero también conviene fijarse en la gobernanza, en el modo de producir, en la inequidad en el reparto, en quién posee qué… El valor –según Mazzucato– es una creación colectiva y toda la sociedad participa de una u otra forma, y por tanto debe recibir también parte del valor creado.

Otra idea que remarcó es que el mercado no presiona en ninguna dirección, sino que es un mecanismo que da resultados en función de cómo se estructure la relación entre lo público y lo privado.

Y para finalizar subraya que es fundamental que la innovación tenga una dirección clara para que aporte al crecimiento. Los cambios vendrán cuando se establezcan misiones claras que se materialicen en proyectos que se desarrollen de abajo hacia arriba.