Maider IANTZI

UN RECORRIDO DE IDA Y VUELTA CON LAS REFUGIADAS DE 1939 Y 2019

Grupos de gente cruzando caminos, alambradas con personas detrás, largas esperas en accesos fronterizos, actividades cotidianas como el afeitado en campos de concentración... Las similitudes entre las vivencias de los refugiados de 1939 y 2019 son increíbles. Pero también hay diferencias.

El historiador y conservador del Museu Memorial de l’Exili (MUME), en La Jonquera (Països Catalans), Miquel Serrano, propuso el jueves en un curso de verano de la UPV/EHU un recorrido de ida y vuelta vinculando el exilio de 1939 con la actual, que es similar pero tiene características que «empeoran la situación».

Antes de la Guerra de 1936 en el Estado español existieron otros flujos de ida y venida. Desde el siglo XV ha habido procesos de exilio, pero ninguno tan masivo como el de 1939, una tragedia humana en la que científicos, artistas, personas de todo tipo partieron para en muchos casos no volver. El exilio empezó con la guerra, cuando sectores conservadores salieron de zonas de retaguardia republicana. En una segunda fase, en las olas de 1936, 1937 y 1938, Catalunya, que entonces contaba con tres millones de habitantes, recibió alrededor de un millón de refugiadas. Aquí hizo Serrano la primera comparación: «Ahora parece que acoger un 2% de la población es imposible, pero entonces se hizo un esfuerzo».

A partir de la primavera de 1938, una vez ocupada Catalunya por los franquistas, comenzó un exilio republicano masivo que en tan solo 15 días afectó a medio millón de personas. Uno de los principales destinos fue el Estado francés. La población civil se distribuyó por todo el Estado y la militar se refugió en distintos campos de concentración en el sur. «En esta zona acabaron estableciéndose muchos republicanos y es un lugar donde la memoria republicana está muy presente», apuntó el historiador.

Una de las imágenes que salió en la prensa en 1939 fue la de niñas y mujeres que cruzaron la frontera francesa. «Había una percepción de que eran radicales, como un virus político. Existía asimismo el mito de los ataques a las iglesias. Actualmente también hay una visión negativa de lo que viene de fuera», indicó Serrano.

Testimonios de la supervivencia

El conservador del museo MUME recordó las relaciones diplomáticas entre el Gobierno francés y el de Burgos para intentar evitar este flujo de refugiados pero que no llegaron a nada, algo que se puede relacionar con las negociaciones actuales.

A partir de febrero de 1939 las autoridades francesas permitieron, una vez desarmados, la entrada de soldados republicanos. Después de pasar por campos de concentración improvisados, poco a poco fueron trasladados a campos permanentes, en las que construyeron barracas. «La situación inicial de esas 250.000 personas de la población militar fue muy dura, con enfermedades como la sarna. Esto provocó diferentes reacciones y una de ellas fue el retorno a la España franquista».

Alrededor de 300.000 personas volvieron en los primeros meses del exilio, sobre todo soldados con familia en el Estado español. Fueron retornos complicados que en muchas ocasiones acabaron en la cárcel, en campos de concentración o en juicios. Es el caso de Jusep Riera, que escribió una carta a su familia desde el campo de concentración de Chofre, en Donostia, contándole que necesitaba un aval político. Otro punto que destacó Jiménez fue la importancia de los exilios de larga duración en el Estado francés o en México. Fueron unas 200.000 personas que en muchos casos no regresaron, como la pareja de maestros Josep Vilalta y María Forensa. Josep estuvo en Gurs y María, cerca de Lourdes. Estos refugiados de larga duración se implicaron en la lucha antifranquista y en la Segunda Guerra Mundial.

Mismas vivencias

A los trabajadores de MUME les interesan las vivencias del exilio contadas por los propios protagonistas para ayudar a que la sociedad en general sea consciente de lo que pasaron y pasan estas personas que no tuvieron y tienen el reconocimiento que se merecen. Para ello realizan paralelismos con las imágenes de Bosnia de 1992 y de Portbou de 1939, donde las personas aparecen en la misma actitud, haciendo cola en algún acceso fronterizo. La verdad es que para la mayoría de las visitantes del museo (de las 15.000 anuales la mitad son estudiantes) la guerra de los Balcanes ya no es actualidad.

Sí lo son las multitudes que huyen de la guerra de Siria. Las alambradas y las personas detrás. Los grupos de gente cruzando caminos. Son imagenes en las que cambia la indumentaria pero la experiencia es la misma. Al igual que ahora, en 1939 tenían que atravesar barreras. Estas estaban vigiladas por el ejército colonial. Muchos no habían visto una persona negra en su vida y fue un impacto. Las actividades cotidianas en los atestados campos de concentración de Argelès-sur-Mer (Estado francés, 1939) y de Idomeni (Grecia, 2016) son las mismas. Las vías de ferrocarril también son un paisaje habitual en las fotografías de ayer y hoy.

Pero, según el historiador catalán, hay diferencias, como la legislación internacional de 1948, que reconoce el derecho de asilo como un derecho humano fundamental. Por otro lado, hay un aumento experiencial de afectadas en los últimos 20 años hasta las 70 millones de personas. Y han disminuido las posibilidades de asilo y acogida.

Ayuda humanitaria

Otra característica que tienen en común los exilios de 1939 y 2019 es la ayuda humanitaria. Serrano recuerda que en 1939 hubo importantes organizaciones que apoyaban sobre todo a la población civil tanto dentro del Estado español como en el exilio. Aparte, había ayuda internacional en la acogida, al igual que ahora, entre otras, gracias a Médicos Sin Fronteras. Rusia acogió a 3.000 niñas y niños. «En Francia, en general, la prioridad fue la seguridad, no asegurar unas condiciones dignas de acogida. Pero una cosa es la acogida del Estado y otra la del pueblo».

Tanto en 1939 como en la actualidad, el arte ha sido una vía para invitar a la sociedad a la reflexión, criticar ciertas políticas y poner el acento en los aspectos positivos de recoger un mayor número de refugiadas, teniendo en cuenta, por ejemplo, que las sociedades europeas están cada vez más envejecidas. Miquel Serrano opinó que, teniendo la experiencia de 1939, en el Estado español debería haber mayor conciencia.

Tendencia creciente

El historiador concluyó su conferencia con dos testimonios paralelos. Helios Estévez fue a México a los 19 años a conocer a su padre, que tenía 27 años cuando se refugió en el país americano. Se despidió de su pareja y sus hijos con un beso. «Nuestra ilusión ha sido reunir a la familia. Vine a México con la idea de traer a mi madre y a mis hermanas. Queríamos recuperar el tiempo que nos habían robado y lo estábamos consiguiendo hasta que un día mi padre falleció inesperadamente y los sueños se rompieron», relata.

Se quedó en México. «Si regreso, ¿quién le llevará flores de vez en cuándo?». Cuenta que pertenece a la «generación de los lutos y miedos. Empezábamos a hablar y nuestros padres nos decían: ‘Silencio’». Está muy agradecido a México, sobre todo por haber acogido a 25.000 exiliados, entre ellos a su padre. Sueña con «un mundo sin fronteras», como las refugiadas ayudadas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). «Huimos de Siria. No tenemos otra opción», declaran. «Fuimos torturados, por eso venimos», explica un niño. «No es fácil dejarlo todo y empezar de nuevo», reconoce una mujer. ACNUR apunta que la tendencia de los números es creciente y que estas personas, provenientes la mayoría de cinco países (Siria, Afganistán, Sudán del Sur, Myanmar y Somalia), están siendo desproporcionadamente acogidas no por países ricos sino en zonas fronterizas. «La inclusión trae beneficios para todos. Debemos actuar juntos», reivindica.