Víctor Moreno
Profesor
GAURKOA

PSN versus EH Bildu

Los miembros del Tribunal Constitucional y del Supremo dicen que vivimos en un Estado de derecho, según el cual los partidos políticos gozan de democrática existencia, mientras no conculquen los principios y normas constitucionales establecidos. Lo que no es óbice para que algunos políticos, amparados en la libertad de expresión que no reconocen en los demás, manifiesten que los partidos independentistas deberían ser ilegalizados. Y ya veremos si con el tiempo los que se llaman constitucionalistas, en su mayoría defensores de la unidad de España irredenta, deciden ilegalizar a todos los partidos políticos que son independentistas y trabajan dentro del sistema para alcanzar tal estatus. Sin olvidar que, si este Estado de derecho no mantuviera su Estatura Moral en pie gracias al artículo 8 de la Constitución, donde el Ejército garantiza la unidad de España, ya veríamos, entonces, qué quedaría de esa altura y de esa moralidad.

Nadie negará que los hilos de la maraña de este Estado de derecho, no solo de Derecho, también de Fuerza, se tejen, no solo sobre la ley a secas, sino, también, sobre la mente del legislador que, en este campo como en el de la moral, se deja llevar por los apremios de sus creencias personales.

En este contexto, existen hechos que cuestionan la limpieza, no solo del diseño de este Estado, sino de las intenciones de quienes se consideran únicos y exclusivos detentadores. Porque el Estado es más de unos que de otros. Si no, no pasarían las cosas que pasan en él.

Una de esas cosas que pasan es esta. Aunque no guste a las huestes de la derecha de este país, tampoco a los socialistas, conviene recordar que los dirigentes de EH Bildu fueron elegidos por el método establecido por la Constitución, es decir, en unas elecciones locales y generales, según el sistema de D’Hont. Por tanto, adquirieron los mismos derechos y deberes que los socialistas y los españolistas de UPN.

Si su currículum les hubiese impedido acceder a un puesto en el establishment municipal y parlamentario, el Tribunal Supremo y/o Constitucional los habría defenestrado y jamás habrían accedido a tales escaños. Si lo hicieron, fue porque cumplían con la legalidad exigida.

Mucho más todavía. Nadie de la derecha, ni del socialismo español y navarro, negará que el comportamiento de los concejales y parlamentarios de EH Bildu, en el Ayuntamiento y en el Parlamento, ha sido ejemplarmente legal en esta legislatura. Si no es así, dígase qué decisión o actitud pública realizada por ellos ha contravenido el marco legal de la Constitución. En este sentido, tan escrupulosos legales han sido los de EH Bildu como los socialistas. Incluso, cabría decir que los abertzales han respetado la aconfesionalidad del Estado, marcada por la Constitución en su artículo 16.3, mejor que quienes alardean de ser más constitucionalistas que el artículo 155. En definitiva: ninguna de sus actuaciones ha perseguido el desquiciamiento del Estado como temían los descendientes de Cánovas.

Cabe suponer, entonces, que, si un partido político, integrado en el marco político establecido por el Estado de derecho, no se ha diferenciado del resto de los partidos políticos, pues en nada se ha separado de las normas constitucionales que dibujan y mantienen el sostén entre los poderes y, sobre todo, los modos de acceso a cada uno de ellos, ¿cómo se le pueden dedicar calificativos que, caso de ser ciertos, deberían ser objeto del Código Penal? Porque, si por no retirar unos lazos amarillos se quiere enjuiciar el comportamiento «antidemocrático» de un presidente autonómico, ¿qué no haría el poder judicial contra quienes se los tiene en el punto de mira penal desde siempre?

No existe ningún reproche que pueda formularse contra EH Bildu ejerciendo la política a nivel institucional. Han defendido su programa sin contravenir una coma lo establecido por quienes deciden qué es un Estado de derecho y una Democracia. Porque, caso de no hacerlo, todo el peso de la ley habría caído sobre sus espaldas. Incluso, en ningún momento han llevado a cabo propuestas y acciones que tuvieran el aroma de un independentismo irredento. ¿Cuándo han planteado una moción para debatir la integración de Navarra en Euskadi o viceversa?

Ahora, se pretende ningunear a EH Bildu en la formación del futuro Gobierno de Navarra por parte de los socialistas. Apelan a líneas rojas éticas. Pamplinas. Solo se debe a una infantil estrategia paternalista, acuciada por un centralismo indigesto. El comportamiento político demostrado por la formación abertzale en ningún momento ha contravenido la ética, algo que no puede decirse de otras formaciones, cuyos líderes, al menos de palabra, han conculcado una y otra verdad la dignidad de muchos colectivos.

Es triste constatar que la crítica política no haya evolucionado un ápice. En Navarra, los socialistas siguen atizando el pasado edípico de los abertzales como si estos no hubieran matado al padre. Por cierto, higiénico parricidio que no han llevado a cabo aún las huestes de UPN, que guardan en el armario los vestigios de un holocausto sin remorderles la conciencia y que gracias a él ocuparon los aparatos administrativos, políticos y económicos de Navarra desde 1936 hasta nuestros días.

Los «argumentos ad hominem» forman parte de una estrategia personalista, centralista e infantil, donde la crítica al adversario no se centra en los valores, ideas, programas y proyectos que sean buenos, no para los partidos, sino para la ciudadanía, que es lo que importa. Hay que ser rematadamente simple para considerar que la oferta programática de EH Bildu no es buena para los ciudadanos, porque no ha condenado a ETA. Si no recuerdo mal, jamás se argumentó que el «programa socialista» de González era un atentado ético, porque estaba recubierto de cal. No es broma. Ayer mismo, el TEDH fallaba sobre las indemnizaciones a víctimas del GAL y del BVE.

Y no creo que sea el momento de interpelar a Maya y a Esparza preguntándoles cuándo fue el día en que renegaron de Franco y del toro que mató a Manolete y, si a partir de ahí, mejoraron sus molleras y sus proyectos políticos, sociales y económicos, educativos y culturales. No es ese momento, pero sí el de investigar qué tendrá que ver la gasolina con la idiotez, una relación apasionante en la que una y otra vez se debaten ciertos políticos sin argumentos. Quizás, cuando se descubra dicha relación, entendamos qué le pasa al PSN con el nacionalismo vasco en general y con el de EH Bildu en particular. A mí, me da que en su actitud hay más gasolina que idiotez, pero ¿cómo saberlo?