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DONOSTIA

Azpiazu pide «lealtad institucional» para mantener el concierto fiscal

El consejero de Hacienda y Economía abogó por la «lealtad institucional» para abordar la armonización fiscal en la CAV. Al cumplirse tres décadas de la constitución del Órgano de Coordinación Tributaria (OCTE), Pedro Azpiazu invitó a ceder «cierto control» por parte de las administraciones para poder atender «las necesidades de los demás».

El titular de Hacienda y Economía definió el Órgano de Coordinación Tributaria como «el punto de encuentro en el que se puede trabajar desde la voluntad y actitud positiva de todas las instituciones». Fue una de las reflexiones expuestas por Pedro Azpiazu en la inauguración, en Donostia, del curso de verano organizado por la UPV-EHU bajo el epígrafe ‘‘OCTE: 30 años de armonización fiscal en el País Vasco’’, en el que también intervinieron su primer presidente, José Luis Larrea, y la actual, Itziar Agirre.

Tras la aprobación de la Ley 3/89 de Armonización, Coordinación y Colaboración Fiscal, el 20 de julio de 1989 se reunieron por primera vez los representantes del Gobierno de Lakua y los de las tres diputaciones. El OCTE nació como consecuencia del desarrollo del Estatuto de Gernika, la Ley de Concierto Económico y la de Territorios Históricos.

«Somos haciendas pequeñas en un mundo globalizado y el OCTE es el lugar idóneo para consensuar una posición vasca ante los retos que se nos presentan a futuro. Con voluntad, con esfuerzo y con determinación», expresó el consejero.

Azpiazu manifestó en su intervención que «la armonización, la coordinación y la colaboración» están reflejadas en las principales normativas de la arquitectura institucional de la CAV, «en la normativa más básica», «que únicamente podrá desarrollarse adecuadamente si hay voluntad y lealtad institucional», pues entiende que cada administración no puede «funcionar como una isla».

«Esto exige tiempo y esfuerzo, exige trabajo, exige diálogo, exige interacción permanente, exige un clima de confianza, exige consensos y exige un flujo sincero y real de información entre todas las administraciones», advirtió.

Añadió que la coordinación y la colaboración interinstitucional «se construye día a día, se tiene que planear y se tiene que definir». «Y el OCTE es el punto de encuentro en el que se puede trabajar desde la voluntad y actitud positiva de todas las instituciones. Y, para que ello suceda, debe existir el convencimiento sobre los beneficios que se van a derivar de dicha acción coordinada y consensuada».

Pedro Azpiazu también recalcó que no se debe olvidar que «la regulación en materia tributaria, el diseño de las políticas tributarias, y la recaudación que se deriva de un diseño adecuado están dirigidas a financiar unas políticas que tienen como objetivo el mismo grupo de población, Euskadi», por lo que volvió a incidir en que «cada institución no puede funcionar como una isla».

Atender todas las necesidades

«El esfuerzo por una coordinación y colaboración, por una armonización adecuada, con lealtad institucional, implica ceder cierto control, sí, porque hay que tener en cuenta y atender también las necesidades de los demás», subrayó.

Azpiazu hizo un balance «satisfactorio» de los 30 años del OCTE, al igual que Itziar Agirre, quien destacó que este órgano ha realizado «una función muy positiva en aras de las políticas públicas». «Muchas personas hemos considerado durante este tiempo que el OCTE era una oportunidad para lograr una fiscalidad con visión de país. Y si alguien piensa que, aun y todo, no hace nada, no coordina nada o no armoniza nada, está muy equivocado», agregó.

Explicó que en estos 30 años se han celebrado 300 sesiones en el OCTE, se han analizado casi 600 normativas y más de 1.300 asuntos, y se han abordado 450 consultas vinculantes, así como casi 90 consultas por parte de la Comisión de Coordinación y Valoración Normativa para consensuar con el Estado la conexión del Concierto Económico.

José Luis Larrea, por su parte, apostó por que el OCTE dé un paso más y pase de su trabajo de coordinación al de «cooperación», para lo que entiende que haría falta un algoritmo que tendría que estar asentado, entre otros elementos, en los valores de «la generosidad, la empatía y el respeto al otro».