Raimundo Fitero
DE REOJO

Ormuz

Mientras miramos los cohetes que al subir hacen pum, tomamos cervezas como si se acabara la cebada, bailamos al suelto y chapoteamos en charcas variadas con nombres pomposos, algunos individuos, servicios secretos, patriotas de diferente escalafón, uniformes, barcos, amenazas y la quinta parte del petróleo del mundo circula por el estrecho de Ormuz, donde se está calentando tanto el ambiente que están allí merodeando nada menos que la V Flota de Trump, la Navy de la reina de Inglaterra, los franceses que no pierden la oportunidad en gastar material de guerra obsoleto y, ojo, flotas chinas y rusas que se mantienen allí con sus buques, como si pasaran por casualidad, pero que pueden actuar si la cosa se pone fea. Es decir, estamos en una situación de extrema alarma. Cualquier estornudo puede detonar el festival de destrucción y muerte.

Con todos esos barcos de guerra entorpeciendo el tráfico de un estrecho relativamente estrecho, perdón, las patrulleras de Irán, detienen a petroleros que incumplen ciertas condiciones. Barcos ingleses, de momento. Si parece que se ven a golpe de catalejo de aficionado este despliegue naval, ¿se imaginan cómo andarán los informantes, los dobles agentes, los triples agentes, los oportunistas, los mercenarios, los desestabilizadores? Hay trescientas novelas, mil quinientas películas, pero todo puede acabar en una gran hoguera, en otro episodio de esta tercera guerra mundial no declarada y que otra vez se produce ahí, en la entrada al Golfo Pérsico, donde hay unas reservas de petróleo realmente importantes. 

Y claro está, la obsesión de ese error histórico, Donald Trump, que tiene la misión de complicarnos la existencia con sus bravatas. Menos mal que nos queda el contrapeso de Rusia y China porque Europa parece que pinta poco en Ormuz.